RINCÓN LITERARIO

La última vez juntos

La última vez juntos.

La última vez juntos. / FREEPIK

Rafael Borrero

Me arrepentí de no haber cogido la sudadera para salir al patio nada más notar la corriente sobre mi piel. Esa noche hacía frío para ser verano y me había pillado desprevenido. El resto del instituto, todo menos mi aula, estaba completamente en silencio. Se podía oír hasta el susurro que hacían las máquinas expendedoras. Sin embargo, mi clase había decidido hacer algo especial como despedida. Una fiesta nocturna en el centro, con incluso algún profesor que había accedido a venir. Mientras paseaba por los pasillos, no podía dejar de sorprenderme lo tranquilo que parecía el instituto por la noche, sin el ruido permanente que hacíamos y la vida que le dábamos los alumnos al lugar.

Me senté en uno de los bancos del patio, posiblemente por última vez en mi vida. Para qué mentirnos, nunca me había sentado en ese banco hasta esa noche. Era el primer banco que encontrabas nada más subir las escaleras, aunque estaba todo plagado de avispas en cuanto se acercaba el buen tiempo. 

Miré al frente y vi el campo de fútbol. Diría que era irreconocible por la noche, pero la verdad es que ya lo había visto así a las ocho de la mañana. Estaba lleno de recuerdos, como las clases de Educación Física, llenas de risas entre compañeros; o el año en el que tuvimos que pasar los recreos en una de las mitades del campo, incluso cuando hacía mucho frío o acababa de llover.

Un ruido que venía de las escaleras me sacó de mis pensamientos. Era una de mis compañeras.

–Hola. – me dijo ella.

–Hola.

–¿Qué tal?

–Bien. – respondí cortante.

–Pues no tienes cara de estarlo.

Y después de eso se quedó callada.

–Bueno, puede que no sepa cómo estoy. – dije yo al rato cortando el silencio. –Es que... se acaba todo y no tengo ni idea de qué voy a hacer. Puede que hoy sea mi última vez aquí dentro y, después de cuatro años, se me hace raro pensarlo.

–Vaya... no sé qué decirte. No esperaba que me fueras a responder nada, la verdad. – dijo ella con los ojos abiertos.

–Da igual, no hace falta que me digas nada. No te lo tendría que haber dicho. Tú lo tienes todo muy claro, no me entiendes.

–No, claro que te entiendo. Estuve mucho tiempo dudando de qué quería hacer hasta que conseguí decidirme por algo.

Me reí ante lo que había oído.

– Tú tienes claro a qué Bachiller ibas a ir desde hace tres años, que ibas diciéndoselo a todo el mundo. Yo tendría que haber elegido hace unos meses, pero están haciendo una excepción conmigo porque todavía no me he decido, ¿me entiendes? Tengo a mis padres y a mis profesores todo el día encima de mí. ¿Y sabes qué es lo peor? Que no creo que valga para nada de lo que me ofrecen.

–No digas eso...

–Entonces tú crees que yo valgo para algo, ¿no? Pues dime entonces para qué.

Y el silenció volvió a aparecer.

De reojo vi cómo ella sacaba algo de su bolsillo, una cajita de cartón.

Cogió un cigarro y se lo encendió, llenándome la cara de humo.

–¿Desde cuándo fumas?

–Puf, ya ni lo sé. Un asco, lo sé. Pero elegí mal a mis amigas el año pasado y mira. ¿Tú fumas? – dijo mientras me lo ofrecía.

–No, qué va.

Y entonces nos quedamos en silencio mientras le oía soplar para expulsar el humo.

–¿Bueno, y qué es entonces lo que quieres hacer el curso que viene? – me preguntó ella sin ninguna mala intención.

–Pues es que todavía no se me ha pasado nada por la mente. No tengo ni idea.

–Vaya... no me imagino en tu situación. – se sentó a mi lado en el banco. –Creo que lo que voy a estudiar es lo único que tengo claro ahora mismo.

–¿Qué quieres decir?

–Últimamente no estoy muy bien con, ya sabes, estas. Las de clase. –apoyó su cabeza en mi hombro con cuidado. - No las veo muy dispuestas a seguir siendo mis amigas.

–Pero si sois muy buenas amigas. Seguro que se solucionará pronto. - dije yo

intentando animarla sin saber muy bien cómo.

–Son todo apariencias... de hecho...

–¿Qué? – le pregunté al ver que no continuaba hablando.

–Me han dicho que han ido hablando mal de mi por ahí. A personas con las que yo no tengo muy buena relación. –paró un segundo. –Y además han contado cosas mías que no les había dicho a nadie más.

–¿Por qué harían eso?

–¿Me ves cara de saberlo? – dijo medio incorporándose y mirándome a la cara. – No sé qué les he hecho yo. Tampoco ellas me lo han dicho.

Se volvió a apoyar en mi hombro y yo apoyé a su vez mi cabeza sobre la suya.

– Tiene gracia, el resto disfrutando de la fiesta, pasándoselo bien con los profesores... y nosotros aquí contándonos nuestros dramas.

–Tiene más gracia cuando recuerdas que tú y yo llevamos cuatro años en la misma clase y hasta ahora no nos habíamos dirigido la palabra.

Nos quedamos ambos en silencio durante un rato. Se podían oír los grillos y el ruido de las hojas de los arbustos con el viento.

–Bueno, deberíamos volver con el resto… – sugirió ella mientras se levantaba.

–Eh… sí, claro.

–Oye, quiero que sepas que ha sido una buena conversación aunque no hubiésemos hablado antes.

–Sí, lo ha sido. Por cierto, seguro que lo de tus amigas es una tontería y, si es verdad, no te merecen. – di un paso al frente.

–Y respecto a los estudios… seguro que encontrarás algo que te guste. No tienes que complacer a nadie con lo que elijas. Solo… ve a por lo que más te guste y no te dejes encerrar en una carrera como hicieron conmigo mis padres. – ella se acercó un paso hacia mí también.

–Te haré caso, lo juro. – dije con una risa nerviosa, mientras ambos estábamos cada vez más cerca, y más cerca…

–¡Eh, chicos! ¿Qué hacéis aquí? - dijo una voz desde las escaleras, que nos hizo reaccionar, y en un momento estábamos uno lejos del otro. –Venid a la fiesta con el resto, la de Química se ha puesto a hacer chistes de neutrones y gases nobles y el resto de profesores van tan pedo que se han puesto a bailar la Macarena.

–¡Ya vamos! – le respondió ella. –Ya hablaremos de esto. – me susurró a mi.

Y tras eso, ambos volvimos a la fiesta. Estaban todos bailando, disfrutando de la música y de hacerse compañía unos a otros, aunque no se llevasen del todo bien de normal. Solo importaba pasarlo bien juntos, por última vez. Nuestra última vez estando todos juntos.

–¿Qué hacías con esa, intentabas ligar con ella? - me dijo el chico que había venido a buscarnos. – Estabais muy pegaditos cuando he llegado.

–No, no era eso. Solo estábamos hablando.

– Sí, seguro. – respondió sin creérselo mucho.

Y tras esa conversación, la fiesta continuó como si nada hubiese pasado. Yo no quería que terminase, no quería terminar el curso y despedirme de todos ellos, de mis compañeros. De esas personas a las que, aún sin tener nada en común, había acabado apreciando con el paso del tiempo.

Tampoco estaba preparado para afrontar mi futuro, para tomar las decisiones que afectarían a todo mi futuro. Pero la conversación en el banco me había ayudado a pensar en algo que me gustaría hacer, en algo a lo que podía dedicarme en un futuro. Iba a ayudar a la gente en mi situación, a la gente que no sabía qué decidir, qué hacer y cómo seguir adelante. No sabía que tenía que estudiar para ello, ni como se llamaría la profesión. Pero eso era un tema para más tarde. Ahora tenía unas despedidas muy difíciles por delante. Y un verano que, si todo salía bien, nunca iba a olvidar.