El juego de la guerra

Cruz Roja estima en 250.000 el número de infancias rotas en la actualidad por la utilización de niños y niñas como soldados en más de una veintena de conflictos armados alrededor del mundo

Un cuarto de millón de menores de edad es obligado a empuñar las armas en los más de 20 conflictos armados activos en la actualidad

Un cuarto de millón de menores de edad es obligado a empuñar las armas en los más de 20 conflictos armados activos en la actualidad / SERVICIO ESPECIAL

Mario Gracia

El 12 de febrero del 2002 entraba en vigor el Protocolo Facultativo de las Naciones Unidas que prohíbe la participación de menores de edad en las guerras. Desde entonces, en esta fecha se conmemora el Día Internacional contra la utilización de niños soldado en los conflictos armados.

Cruz Roja es una de las organizaciones que luchan en el mundo para erradicar esta lacra y reinsertar a quienes la sufren. Y estará el próximo lunes, en Huesca, informando sobre esta brutal forma de explotación de la infancia. Instalará el 13 de febrero, de 18.00 a 20.00 horas, una mesa informativa en la plaza Concepción Arenal de la capital altoaragonesa.

“Aunque es una realidad que, socialmente, nos queda muy en segundo plano”, asevera Martín Cárdenas, responsable provincial cooperación internacional en Cruz Roja Huesca, “trataremos de sensibilizar a los aragoneses para que conozcan la triste realidad que viven estos niños y, sobre todo, que tienen que reintegrarse después en la sociedad, con todo lo que han vivido, con sus experiencias y sus traumas”.

No resulta sencillo poner cifras al fenómeno de los niños soldado a escala global “porque pelean siempre en la clandestinidad”, apunta Cárdenas. Sin embargo, “se estima que unos 250.000 niños y niñas luchan actualmente en los más de 20 conflictos que hay actualmente abiertos en el mundo”, agrega.

Según Cruz Roja, el reclutamiento de menores por parte de organizaciones terroristas y milicias es cada vez más frecuente. La actual dinámica de los conflictos y la intensificación de los enfrentamientos armados son las responsables directas de ese aumento, pese a los esfuerzos de gobiernos, organismos internacionales y oenegés por preservar los derechos de la infancia.

Cruz Roja instalará el lunes una mesa informativa en Huesca.

Cruz Roja instalará el lunes una mesa informativa en Huesca. / SERVICIO ESPECIAL

Hasta 337 millones de menores están en riesgo de ser alistados en grupos armados, cifra que triplica los 99 millones que había en 1990. Asimismo, el total de países en los que se recluta a menores ha ascendido a 39, el más alto en tres décadas. Y el volumen de grupos armados que utilizan niños aumentó durante el primer año de pandemia hasta los 110, frente a los 85 del 2019, si se atiende a las cifras que maneja Cruz Roja. Y es que el covid-19 hizo que el mundo se detuviera, pero no las guerras.

Afganistán, Siria, Yemen, Filipinas e Irak tienen el mayor porcentaje de menores que viven en zonas donde existen grupos o fuerzas armadas que han reclutado a niños y niñas, hecho que los expone a un mayor riesgo de verse convertidos en soldados, cuando en realidad deberían estar en la escuela o jugando. Sin embargo, este juego de la guerra es muy real, y de la noche a la mañana se ven en la primera línea de combate. Otros son forzados a ejercer como cocineros, porteadores, mensajeros, esclavos sexuales… Y, en los casos más extremos, a perpetrar ataques suicidas.

Durante el tiempo que estos pequeños están vinculados a las fuerzas armadas, organizaciones terroristas o milicias, son testigos y víctimas de horrendos actos de violencia, e incluso son coaccionados para ejercerla. De hecho, según Cruz Roja, muchas veces, el primer acto que les obligan a cometer es matar a sus propios padres para romper el vínculo familiar.

Los traumas emocionales que todo esto les puede provocar son difíciles superar. Algunos son secuestrados; a otros, la pobreza, los malos tratos, la presión social o el deseo de venganza ante la violencia ejercida contra ellos mismos o sus familias los llevan a unirse a grupos armados y empuñar un arma. Pero todos ellos tienen algo en común: son víctimas inocentes de las atrocidades de la guerra. Y para todos, sin excepción, el regreso a su vida y la recuperación de su infancia es el eje fundamental de su proceso de reinserción.

Cruz Roja trabaja cada día para aliviar su sufrimiento y tratar de devolverlos a la vida civil. “Es un trabajo muy complejo”, asegura Martín Cárdenas, ya que no es fácil salir de la espiral de violencia en la que se han visto inmersos. Pasan en el grupo armado los años en los que desarrollan su personalidad, y aprenden a convivir en un entorno jerárquico y hostil. La situación se torna especialmente grave si esto ocurre en edades tempranas, puesto que destruye la habilidad del niño o niña de establecer vínculos de confianza básica en el ser humano.

Al mismo tiempo que se ocupa de la parte emocional, Cruz Roja trata de paliar las secuelas físicas que muchos de estos niños arrastran, ya sean causadas por la propia batalla o fruto de las torturas y abusos por parte de sus jefes. Muchos son mutilados, sufren desnutrición o enfermedades de transmisión sexual. Y, en el caso de las niñas, muchas viven embarazos prematuros por los abusos sexuales que padecen.

Tras haber sido convertidos en auténticas máquinas de matar, su rehabilitación toma tiempo. Pero, con tiempo y dedicación, estos jóvenes regresan al colegio o aprenden un oficio y son capaces de reincorporarse a la sociedad. Los recuerdos del mal que vieron y les obligaron a infligir los acompañarán de por vida, pero se pueden rehabilitar. Si se les da una oportunidad, dejan la violencia y optan por la paz.

Esta es una labor que ejerce la Cruz Roja Internacional”, señala Cárdenas. “Aquí estamos muy lejos de las zonas de combate”, pero también los comités locales de la entidad pueden contribuir a la lucha contra este fenómeno, “acercando este problema a la sociedad para que la gente lo conozca y entienda lo duro que es”. El próximo lunes lo harán a pie de calle, en Huesca.