El Periódico de Aragón

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ESTE JUEVES, DE NUEVO

Amor por Serrat

El cantautor catalán emociona en su penúltimo concierto a su afición zaragozana

El cantautor catalán emociona en su penúltimo concierto a su afición zaragozana. ANGEL DE CASTRO

Volvieron las sillas a la pista del Príncipe Felipe. Lejos ya de la pandemia, la razón era mucho más alegre. La solemnidad de Joan Manuel Serrat volvía a Zaragoza en el día grande de las Fiestas del Pilar para casi despedirse del público de la capital aragonesa.

Lleno hasta la bandera, o hasta la última fila del último arco, para volver a disfrutar de un artista ya universal, histórico y eterno, como sus canciones.

El contraste en el ambiente con los también catalanes Estopa, que actuaron el día 11, era evidente: más canas que rubios platinos, más bastones que riñoneras y mucha menos cerveza. Cosas de la edad, que diría aquel, pero los vasos de litro se quedaron aparcados junto a los grifos. Alguna tímida caña, un puñado de refrescos y muchas botellas de agua desfilaban entre los veteranos asistentes que, hasta el inicio del concierto, recordaban su última presencia en espectáculos de tal magnitud.

La firma del cantautor presidía un escenario a oscuras por demasiado tiempo, ya que el concierto arrancó con media hora de retraso porque uno de los espectadores sufrió un infarto.

Una camisa azul ancha y unos sencillos vaqueros fue el atuendo elegido por el veterano cantautor. Rozando la ochentena, Serrat entró por todo lo alto: un salto y un aplauso antes de una sonora ovación que le hizo estar lanzando besos y abrazos durante dos minutos. Y solo se había escuchado la música previa

Con los acordes de Dale que dale dio inicio la tan esperada fiesta. Terminado el primer acto, pues Serrat convirtió el escenario en un teatro gracias a un gigantes telón rojo, el cantautor comenzó su dilatado diálogo con sus aficionados. «Ustedes saben que el de este martes no es mi último concierto en Zaragoza», advirtió el cantautor, que ya lamentó que los asistentes no pudieran «presumir de que estuve en el último concierto de Serrat». Pese a todo, y en busca de la alegría, el catalán resumió lo que iban a ser dos horas de puras emociones: «Por mal que nos vayan las cosas, de aquí en adelante todo es futuro. ¡A por él!».

Otra forma de disfrutar

Esa nutrida conversación de Serrat con sus seguidores y el silencio en todas las canciones –solo se escuchó al cantautor y a su equipo– formaron un contexto muy distinto al que se suele ver en un escenario tan grande como el del Príncipe Felipe.

Tampoco se vieron muchos móviles: es algo generacional el contar todo a través de las pantallas. Los pocos menores y jóvenes que asistieron al espectáculo prefirieron vivirlo en familia. Miradas de complicidad entre abuelos, hijos y nietos condensaban una de las fuerzas de la música de Serrat, como es su capacidad para juntar generaciones en unas butacas frente a un gran escenario.

Serrat se mostró en una forma casi perfecta durante toda la velada. Pausado, con ritmo en contadas ocasiones, sentado en los dos taburetes que formaban la sencilla escenografía o con algún tímido paso de baile, el cantautor deleitó de principio a fin a un público que ya lo echaba de menos antes de terminar.

Este jueves vuelve al mismo escenario para deleitar a otro público –alguno repetirá– en el que sí será su último concierto en Zaragoza. Si son parte de los afortunados con entradas, disfrútenlo.

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