LA PREPARACIÓN DE LAS FIESTAS

Sin inflación para la Ofrenda del Pilar

Las tiendas de trajes tradicionales se llenan de clientes que se apuran a comprar o reparar los trajes para las fiestas del Pilar

Solo el diez por ciento son apaños de trajes antiguos

Algunos zaragozanos eperando para ser atendidos en la tienda Indumentaria, en la calle de la Torre Nueva.

Algunos zaragozanos eperando para ser atendidos en la tienda Indumentaria, en la calle de la Torre Nueva. / Jaime Galindo.

Judit Macarro

Judit Macarro

Poco queda ya para que comiencen las fiestas del Pilar en Zaragoza y las tiendas de vestidos tradicionales lo están notando. Los aragoneses comienzan a preparar sus vestidos de baturros y baturras, con las procesiones a la vuelta de la esquina. Toca reparar o cambiar las prendas que durante el año han estado en el armario guardadas para la ocasión. Este año, a diferencia del pasado, «no estamos notando una mayor afluencia, es la de siempre. En 2022 sí que fue una locura, porque después de la pandemia había que arreglar muchas prendas y la gente tenía muchas ganas», asegura Belén Navarro, copropietaria de Indumentaria, en la calle de la Torre Nueva.

En San Jorge Indumentaria Aragonesa, en la calle Santiago, pocos clientes son los que piden arreglar los trajes. «Si hacemos apaños suelen ser sobre todo a los niños, que han crecido y necesitan modificar las lorzas de los trajes. Pero, la gran mayoría, viene para comprar», señala Natalia Rués, una de las propietarias de la tienda. Entorno a un 90% de los clientes que se acercan al local es para adquirir algún traje o prenda nueva, «solo un 10% viene para arreglarlos», comenta la propietaria.

«La gente que no está en el mundillo de los baturros piensa que si no se te rompe, ¿para qué vas a comprarte uno nuevo? Pero, al final, después de unos años los clientes se cansan de vestirse siempre con la misma prenda», comenta Rués.

La excepción a la regla en apaños ocurrió el año pasado, tras la pandemia, siendo el año en el que más prendas tuvieron que arreglar en la tienda de San Jorge. «Al estar tanto tiempo sin poder usar los trajes, los cuerpos de las personas cambiaron mucho en dos años y hubo que modificar bastantes», explica Rués.

El heredar el traje de la madre o el padre, es un acto muy emotivo que se suelen hacer muchas familias joteras en Aragón. Una tradición que, para Navarro, tiene que ver únicamente con lo emocional. «Cuando los clientes vienen a la tienda, si piden apaños normalmente es porque se trata de una prenda que lleva en la familia muchos años. Porque el que entra por la puerta no tiene ningún reparo en gastarse dinero, es su pasión», asegura la copropietaria de Indumentaria.

La inflación no ha sido rival para la jota este año, aunque también ha tenido su pequeño protagonismo en el sector. «Los zapatos, sobre todo, es en lo que más se ha notado la subida, por el cuero», explica Rués .

El porqué del encarecimiento de este material de origen animal lo explica Rués, que pone el foco en el aumento de los precios de los piensos tras el estallido de la guerra de Ucrania. «Al haber subido el coste del alimento de las vacas, mantener a los animales cuesta más y conseguir el cuero también». Aunque este encarecimiento, según la propietaria, ha sido mínimo, y sólo ha crecido «en torno a un 5% con respecto al precio de hace unos años».

Aún así, desde los comercios han evitado que el encarecimiento en algunos materiales se deje notar en el coste final de los trajes. A día de hoy, «un traje de día de niño oscila los 200 euros y los de los adultos rondan los 300 euros los más baratos, pero los hay de muchos precios», menciona Navarro.

Hay trajes para todos los gustos y con diferentes decorados y estampados. Pero, para que no decaiga la moda jotera, esta temporada, en la tienda de San Jorge, las propietarias han lanzado un producto estrella del que están muy orgullosas: «Tenemos unos mantones de merino estampados que llevamos años intentando reproducir».

Una novedad, que hasta ahora no han podido conseguir porque «nos ha costado mucho buscar el material perfecto para reproducir el estampado», que finalmente lo solucionaron con el algodón. Un mantón sencillo que el cliente puede conseguir por 65 euros, porque «los grandes logros no significan un éxito económico, es más la ilusión de haber conseguido reproducir estos productos».

Una ilusión e innovación que, según Rués, desde su tradicional tienda siempre intentan introducir, «al final trabajamos con muchas generaciones de familias y no los podemos vestir a todos igual».

Por ello, no solo hacen mantones con estampados diferentes, si no que, en la búsqueda por la innovación, en San Jorge hacen prendas como «cachirulos un poco más llamativos o diferentes», entre otros productos.

Más llamativas o menos, la cuenta atrás para estrenar las nuevas prendas ya se ha puesto en marcha. Desde por la mañana, las tiendas de Zaragoza se llenan hasta los topes de compradores. En algunas como en La Flor de Aragón, «no cogemos el teléfono por la tarde porque no damos a basto», explica una de las trabajadoras, que junto a su compañera intentaban atender al grupo de clientes que no cabía en la pequeña tienda de trajes regionales.