La televisión cubana emitió el otro día, a una hora de buena audiencia, la película documental de Michael Moore sobre George Bush y los estragos que está provocando en el planeta, Fahrenheit 9/11 . El documental, de espléndida factura como todos los del norteamericano Moore, recorre la biografía del todavía presidente para centrarse enseguida en estos últimos cuatro años que cambiaron, para mucho peor, el mundo, los que abarcan desde su ascensión al poder mediante un pucherazo electoral hasta hoy mismo, cuando el fulgor siniestro de su estrella parece, quiéranlo los cielos, que declina. Pues bien; todos los canales públicos de televisión de todos los estados democráticas deberían, por una vez y sin que sirve de precedente, secundar la iniciativa de la televisión cubana y emitir en prime time esa pieza básica de información que constituye el trabajo de Moore.

Los seres humanos tienen derecho a saber quien manda, como sátrapa feudal sin sujeción a norma alguna, en sus vidas, y quien puede arrebatárselas, como ya lo está haciendo con los iraquíes y sus propios paisanos, si con ello beneficia económicamente a la cuerda de magnates y mangantes que conforman el círculo de presión e influencia al que obedece. El documental de Michael Moore resulta estremecedor: un hombre ya no mediocre, sino limitadísimo en el área de la ideación, es designado por ese círculo y por eso mismo, así como por su absoluta carencia de principios morales, para diseñar y dirigir los destinos de su país y del mundo.

*Periodista