AL VIEJO ÁRBOL

La censura a Tamames

Álvaro Sierra

Álvaro Sierra

Fue incluso tierna la imagen de un hombre de otro tiempo reprochando las formas y el fondo de la política actual, esa que está nutrida de selfis y de un vacío casi existencial. Porque ver a Tamames era como volver a releer los libros y la hemeroteca de hace décadas. Mientras Garzón, Montero y el resto de ministros con postura indecorosa observaban a un anciano que luchó por la libertad ante el franquismo, para que ahora sean ellos en 2023 los que saquen rédito del antifranquismo en cada urna.

El orador Tamames no entendía ni el ritmo ni la retórica del Parlamento de estos tiempos. Nadie le escuchaba. Su discurso estaba destinado a una asamblea de intelectuales y no a una tribu de regate corto. En ocasiones era como escuchar una orquesta afinada de ideas en un auditorio sin gente.

El candidato Tamames apuntó, con acierto, a los grandes debes que tiene España. El paro estructural, el invierno demográfico, la poca competitividad industrial... Un certero análisis, sí. Pero en un lugar que no convenía. El uso torticero del instrumento de la moción de censura por parte de Vox, usando a un catedrático honrado con una trayectoria de servicio público brillante, fue un claro ejemplo de erosión institucional. La moción de censura no es un circo. No es de recibo que Vox intentara recuperar un protagonismo electoral a 70 días de las elecciones.

Con este sainete, la devaluación de las instituciones y la confianza en el Congreso quedó consumada. Ni un atisbo de decencia parlamentaria por parte de Abascal. Todo quedo en una farsa con momentos de burla. Lo único posiblemente digestible de la moción fake de censura sea la conjura del PSOE junto al proyecto de Yolanda Diaz por resurgir de las cenizas de las encuestas. Y entre tanto, Feijóo ausente.

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