Sala de máquinas

Belloch recuerda

Juan Bolea

Juan Bolea

Las memorias de Juan Alberto Belloch (Una vida a larga distancia, editorial Plaza & Janés) ofrecen una lectura interesante por varias razones. En primer lugar, porque están bien escritas, con un lenguaje preciso y claro y un índice especialmente pensado para facilitar al lector la interrelación de sus diferentes bloques: los capítulos de ámbito familiar, los dedicados al oficio de juez y los recuerdos de una vida política.

En segundo lugar, por el interés objetivo del personaje que ahora, desde su lúcido retiro, se «confiesa» ante los lectores, aportándoles una visión retrospectiva llena de reflexiones e imágenes de su formación, desarrollo, ideología y principios éticos, en un recorrido vital descriptivo y profundo que explica los hechos principales de su biografía. Incluyendo circunstancias desconocidas hasta ahora por la opinión pública, que pesaron, y mucho, en su devenir personal e institucional.

En tercer lugar, por sus análisis de acontecimientos decisivos de la historia reciente de nuestro país y por sus conclusiones, que nos abren a una mayor y mejor comprensión de esa España que llamamos «de la Transición».

En la primera parte, el bloque de recuerdos íntimos nos sumergirá en el mundo de la familia Belloch, plagada de políticos, jueces y juristas, escritores e intelectuales. En su seno, el futuro ministro y alcalde de Zaragoza cimentaría las columnas de su edificio ideológico. Los capítulos dedicados a su trabajo como juez en distintos destinos, con particular parada en su arriesgado compromiso con la libertad y la justicia en el País Vasco, irán prefigurando al Belloch más conocido, biministro de Felipe González en aquel Gobierno asediado por graves problemas. Esa parte medular de las memorias dará paso a los grandes personajes de entonces, a quienes el autor perfila desde su fina capacidad de observación, con ese golpe de claridad, intuitivo y certero, que siempre le ha acompañado. Zaragoza tiene asimismo destacado protagonismo, como lo tuvo en el último tramo de la vida política del regidor de la Expo.

Una lectura destacable por su autenticidad y sinceridad, y por la obvia y pública relevancia del firmante. Un testimonio valioso que descubre algunos velos, derriba algunas estatuas y empuja al juez, ministro y alcalde hacia el vestíbulo de una historia que seguramente lo invitará a entrar con estas memorias en la mano.

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