Odio no es democracia

¿Nos consideramos mejor que otros porque pensamos diferente? Creo que no debería ser así

Antonio Morlanes

Antonio Morlanes

Escuchando las noticias sobre las próximas elecciones, me he permitido considerar sobre lo que está sucediendo con la política. Es algo extraño, pues resulta que me ha venido a la mente el espectáculo que ofrecían los circos romanos con sus gladiadores en acción, peleas que derivaban en vida o muerte dependiendo de la voluntad del público asistente y esta condicionada por el poder que ocupaba la presidencia del espectáculo.

Cuanto más lo pensaba, más seguro estaba sobre el símil y entonces me venía a la mente una pregunta ¿qué beneficio obtenían los asistentes cuando terminaba el espectáculo? Lo cierto es que ninguno y por ser más exactos sólo uno: alimentar los más bajos instintos de dichas personas, pero el que entraba pobre salía igual y quizás el que entraba rico salía un poco más, pues se permitía hacer algún negocio.

Pues en este espacio que nos ofrece la política, viene a suceder algo parecido: enfrentamientos entre adversarios dedicados a ofrecernos imágenes negativas unos de otros, empuñando como armas de lucha mentiras e imágenes distorsionadas, con la única diferencia de que en este actual circo no hay muertes físicas, sólo políticos, pero cuando termina el espectáculo la pregunta continúa siendo la misma. Así que nos encontraremos el 24 de julio, día primero de cuatro años, con los gladiadores que nosotros hayamos dado por vencedores y, por tanto, serán ellos quienes nos digan cómo va a ser nuestras vidas.

Y es curioso todo esto, pues sucede que los espectadores del circo político son también muy diversos. Hay unos que me llaman mucho la atención, son aquellos que dicen machaconamente: yo no quiero saber nada de política, hago mi vida y ya está, esto lo utilizan como marca diferenciadora que les da lustre, créanme ni en los zapatos, pero me permito añadir algo más, al igual que así se manifiestan, se consideran autorizados para criticar a unos u otros gladiadores/políticos. Pues verán, esta es una forma como otra cualquiera de vivir inmerso en la ignorancia, pues la convivencia que tenemos en la sociedad en la que nos encontramos tiene como carburante para que funcione la política y esta afecta a todos y cada uno de los que convivimos, así que decir eso de la política no va conmigo, es decir a los representantes políticos: tienen ustedes autorización para hacer conmigo lo que consideren.

Luego están aquellos espectadores/ciudadanos que se manejan en saciar esos instintos irracionales, que sólo están deseando señalar el dedo pulgar hacia abajo, porque no les gusta ese gladiador y cuando manifiesto que no les gusta me refiero a él físicamente, no a lo que representa ni a lo que ofrece. Sólo es un tema, para describirlo con toda contundencia, de odio que no conduce a ningún lugar. Es necesario que entendamos cómo en el debate de ideas encontraremos la mejor fórmula de comprendernos. Pues verán, defender una idea con la que el resto no está de acuerdo, sólo es eso, no tiene ningún perjuicio para nadie y siempre manifiesta una tendencia a entender cuáles son las preocupaciones que tienen aquellos con los que compartimos espacio y vida.

En definitiva, se trata de derribar el circo de gladiadores y convertirlo en una plaza de acogimiento. ¿Nos consideramos mejor que otros porque pensamos diferente? Creo que no debería ser así, pues entraríamos en trincheras para asaltar generando la incomprensión como fórmula de vida. Es tan absurdo.

Así pues, abramos nuestras mentes. Empecemos por entendernos a nosotros mismos, sobre cuál debe ser la forma de convivencia que consideramos más adecuada y cómo es fundamental defender nuestros derechos y libertades y la mejor manera es respetando los del resto. De la confluencia de las ideas nace la mejor fórmula de integración.

Posicionar nuestro pensamiento como única verdad es el mejor camino hacia lo que con Hitler se denominó «Noche de los cuchillos largos», consistente en la eliminación de todos aquellos grupos sociales, raciales y políticos diferentes al suyo. Como estoy seguro de que no deseamos esto, recapacitemos en la fórmula de la racionalidad, nadie sobra, todos tenemos un papel por realizar. Entender ser persona es el mejor privilegio que podemos tener y esto implica aceptar que, sin diferencia de ningún tipo, todos los seres humanos somos personas y debemos vestirnos de ciudadanos plenos de respeto. Por tanto entendamos que estas elecciones, totalmente democráticas, deben responder al posicionamiento y nunca al odio.

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