Una Liga que ya no reluce tanto

El Periódico de Aragón

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Este fin de semana ha empezado a rodar el balón en la Liga EA Sports, la nueva denominación, vía cambio de patrocinio, de la máxima categoría del fútbol profesional español. La que en su día fue bautizada a efectos promocionales como la Liga de las Estrellas, escenario del duelo entre Lionel Messi y su eterno reverso, Cristiano Ronaldo, sigue viviendo una fuga progresiva de sus mejores valores y ha perdido el pulso con sus grandes competidores internacionales por los nuevos fichajes estelares. Grandes clubs fían su futuro inmediato a veteranos con historial o jóvenes promesas permanentemente en riesgo de ser atraídas por ofertas suculentas.

Gran parte de la actual desventaja competitiva del fútbol español respecto a la Premier inglesa, o frente a las diversas burbujas especulativas alimentadas por las fortunas petroleras en busca de diversificación de sus inversiones, puede ser considerada como resultado inevitable de una austeridad responsable. En su esfuerzo por seguir el paso de los dos clubs competitivos a nivel internacional el fútbol español acabó en un a situación de quiebra que obligó a un saneamiento financiero durante la última década, facilitada por el maná de los derechos televisivos. Con algunas más que notables excepciones como las de un Barça que parece apostar su futuro a un doble o nada financiero, el fútbol español se mueve más o menos dentro de sus posibilidades. Y en materia de volumen del mercado televisivo, por ejemplo, no alcanzan a la capacidad de generar ingresos de algunos de sus grandes rivales. Tampoco puede contar con el dopaje del que se benefician los clubes que tienen detrás el dinero de las grandes monarquías del Golfo. Sus desembarcos de capital a fondo perdido no han llegado aquí; las inversiones extranjeras se han movido en cifras discretas y en algunos casos (Valencia, Málaga, Espanyol...) pueden considerarse claramente fallidas.

El fútbol profesional español puede quizá confiar en que el crecimiento de jóvenes estrellas (si las puede retener) le devuelva el brillo por la vía de la renovación generacional sobre el césped. Y el Real Madrid y el Barcelona pueden contar con que sus inversiones en el Bernabéu y el Spotify Camp Nou y operaciones de futuro como la llegada de Mbappé les haga no perder la estela de la élite internacional (fracasado el intento de lograrlo por la vía directa de una Superliga con númerus clausus). Pero los retos son muchos más.

La evolución del mercado audiovisual y la aparición de nuevos contendientes en las ligas de EEUU o Arabia Saudí no garantiza en absoluto que el actual contrato que nutre a los clubes del grueso de sus ingresos llegue a negociarse dentro de tres años en las mismas o mejores condiciones. Las dificultades para llenar los estadios evidencian la dificultad de mantener comprometida la tradicional base de socios que ven como la experiencia presencial y social es ya secundaria frente a la explotación televisiva. Y el fenómeno de la King’s League ha dejado a la vista otro flanco descubierto, al que se deberá dar respuesta con imaginación: las dificultades para captar a nuevas generaciones atraídas por un espectáculo deportivo diseñado a la medida de sus hábitos de consumo de ocio (desde los formatos audiovisuales breves en las redes al videojuego).

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