EL ARTÍCULO DEL DÍA

España no se rompe

Normalizar la situación catalana, superar la fractura, es algo a lo que todo gobierno debe aspirar

José Manuel Lasierra

José Manuel Lasierra

Tenemos una tendencia a una visión pesimista de la situación de nuestro país. Una visión fatalista: oímos con frecuencia eso de que no tenemos remedio. No seamos pesimistas. No estamos tan mal. Echen una mirada a los países de la unión. Todos tienen problemas de gobernabilidad. Pero pensemos unos segundos: nunca las cosas han sido fáciles. Estamos cansados de oír que España se rompe. El PP ha estado así toda la vida pero lo de estos últimos años ya eran las trompetas del apocalipsis, el derrumbe de las murallas de Jericó. ¡Que viene el lobo! El resultado de las elecciones avaló la política del gobierno en este terreno por más dudas que se tuvieran de sus actuaciones y por más ganas que la sociedad española en general tuviera de que los golpistas no se beneficiaran de un indulto. Desde luego lo que entiende uno es que valores no aceptados por la mayoría de la sociedad no se pueden asumir, pero aplicando los costes de oportunidad, la política de a qué se renuncia para conseguir algo mejor, debe utilizarse. Eso es la política. Pienso que fue acertada esa medida de los indultos.

Las soluciones fáciles y mecánicas a los problemas complejos no se dan en una política eficaz. Eso queda para los populismos de diverso signo. Ahora, con eso que llaman la amnistía, se plantea una situación mucho más compleja tanto desde el punto de vista técnico, de aplicabilidad, como político, lo que supone para el orden constitucional y las instituciones. El objetivo, que ya no es solo de hacer de la necesidad virtud, puede ser loable. Normalizar la situación catalana, conseguir superar la fractura social que produjo el independentismo es un objetivo que todo gobierno debería perseguir. Las vísceras pueden pedir lo que sea pero con sensatez y responsabilidad deben buscarse soluciones, soluciones a las fractura social que ellos produjeron y a la recuperación de las instituciones. ¿Olvidos históricos? Fraga, el fundador del PP, se sentó en consejos de ministros franquistas que aprobaron penas de muerte. Murió como un gran prócer, nunca pidió perdón. Y sus sucesores tampoco. Nos acordamos de lo que queremos.

Soluciones no es interiorizar los intereses y las manías de los independentistas o hacerse un hueco en la agenda política exhibiendo, como hacen algunos oportunistas, una inexistente plurinacionalidad, algo que nunca existió en España desde por lo menos hace cinco siglos. Las soluciones implican no interiorizar los mensajes que los independentistas transmiten y que emocionalmente nos agreden como que lo volverán a hacer o que no se renuncia a la unilateralidad. Estoy convencido, lo he dicho en estas páginas en alguna ocasión, de que no lo volverán a hacer, ni ellos ni sus hijos, y sus nietos ya veremos. El fracaso internacional del procés, la fuerza del Estado y sobre todo del Código Penal y la cárcel han modificado conductas, pretensiones y objetivos. El tiempo que han pasado en la cárcel o fugados es posible que sea más que suficiente para dejar claro que quebrantar la ley en nuestro país tiene costes. Y no olvidemos que son unos señorones, que los sacrificios los haga la clase de tropa.

A la complejidad del problema se suman las opiniones de personalidades que en su día realizaron una gran contribución a la consolidación del sistema democrático de derecho y a la creación de una sociedad libre como la española. La sociedad española hoy no es la que González, Guerra y otros, gestionaron. Los problemas son otros. Si los escenarios son distintos, las políticas tienen que ser distintas. Creo que aquí hay un problema generacional, algo que siempre se ha dado. Sócrates y Aristóteles, hace 2.000 años, ya se lamentaban de que los jóvenes tuvieran iniciativas extrañas, no hicieran mucho caso a los mayores y de que se hubieran apartado de las ideas tradicionales. Al PP siempre le costó digerir los avances sociales, siempre fue a remolque, desde el divorcio del que luego parece que son los mayores usuarios, al aborto, al matrimonio homosexual, del que también son grandes protagonistas. Dejemos los mayores trabajar a quienes ahora tienen unas responsabilidades que probablemente por edad y empuje conectan más con la realidad social de hoy y con la futura. Confiemos en ellos y en un partido más que centenario. España ni se ha roto, ni se rompe, ni se romperá.

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