Ser constitucional, un misterio por indefinición

Es elevado el número de españoles que no han leído la Constitución, pero defienden que nadie se atreva a cambiarla

Antonio Morlanes

Antonio Morlanes

Este es un país con una capacidad de compromiso como es difícil encontrar otro. Una buena muestra de ello está en lo constitucionalistas que somos, tan es así, que nos levantamos por la mañana y lo primero que hacemos es tomar la Constitución y besarla, de lo contrario no sabemos cómo afrontar el día. Pero esto tiene una pega, estoy convencido de que, después de haber testeado mi entorno, es bastante elevado el número de españoles constitucionalistas que no la han leído y que además defienden con ahínco: que nadie se atreva a cambiarla, supongo que esto será porque se han hecho el compromiso personal de que, sin falta algún día, se decidirán y la leerán, incluso igual hasta la estudian para comprenderla. Este es nuestro bonito país.

Quizás debamos aplicar eso de: a lo hecho pecho y tomar la decisión de que estaría bien que las generaciones que vendrán detrás de nosotros deban estudiarla en el colegio. Esto no crean que es algo innovador, lo hacen en bastantes países. Miren si es importante conocer las normas por las que se rige nuestro país, que en el bachillerato de los remotos tiempos de la dictadura franquista se estudiaba una asignatura que recibía el patriótico nombre de «Formación del espíritu nacional», y con ese librillo el franquismo se encargaba de que nos formásemos en las siete leyes fundamentales que eran los cimientos de la dictadura.

Nosotros, año 2023 siglo XXI, no le damos valor a que nuestros hijos entiendan el significado de la democracia, la convivencia, el respeto y la libertad, pero la de verdad no la del marketing de algunos.

En definitiva, deberíamos encargarnos de que las generaciones venideras asimilen lo que significa ser persona y ciudadano con todos sus derechos y responsabilidades, porque estoy convencido de que esto es parte fundamental de la educación y me atrevería a decir que por encima de muchas otras asignaturas. Necesitamos entendernos unos a otros, dejar los fratricidas bandos y ser conscientes de que hacemos juntos el viaje de la vida.

Ahora me voy a permitir hacer un ligero repaso de nuestra Constitución. Comienzo fijándome en lo más fundamental de su artículo 2: «La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado», es decir, aquello que deciden todos los ciudadanos en las elecciones (enfatizo en el todo) es el mandato legal, sin matices, y los que votan son todos españoles (me reitero en el todo), mientras no se acuerde lo contrario.

El artículo 3 manifiesta que el castellano es la lengua española oficial del Estado, pero también afirma que las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas, por tanto, no hagamos exclusividades que determinen que sólo es español quien habla castellano.

El artículo 4 versa sobre la bandera española. Pero ese artículo no contempla que quién no lleve una pulsera representándola no es español y, peor todavía, que sólo tiene propiedad de ella quien comulgue con determinadas ideologías. La bandera nos representa a todos los españoles sin discriminación alguna.

El artículo 5 determina que somos un Estado de Derecho y, por tanto, todos los ciudadanos estamos sujetos a las normas encabezadas por la Constitución.

El articulo 14 garantiza que todos los españoles somos iguales ante la ley, sin discriminación de ninguna clase.

En definitiva, sirva esto como ejemplo de que la Constitución de 1978, por la que nos regimos con sus diez Títulos que recogen sus 169 artículos más las disposiciones, es la que determina que todos y cada uno de los españoles tienen sus derechos, así como responsabilidades. Por tanto, debemos entender que no es posible tomar sólo aquellas partes que nos interesan, estaremos con esto negándolo todo: libertades y derechos, modo de convivencia y modelo de defensa de todo lo antedicho.

Entendamos que de norte a sur, de este a oeste, no cambia ninguno de los 169 artículos constitucionales, esto continuará así hasta que los españoles decidamos otra cosa. A aquellos que señalan a otros territorios, por ejemplo Cataluña, como algo marginal y subordinado al resto del Estado, les pediría que no se queden en la crítica, que manifiesten cuál es la solución que proponen para arreglar la situación con la que están en contra. Admitamos la pluralidad, es enriquecedora, y conjuguemos con firmeza el verbo respetar, seguro que sólo entonces seremos de verdad constitucionales.

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