Sala de máquinas

¿Qué haría el tahúr?

Juan Bolea

Juan Bolea

En el salvaje oeste de la política española, dos jugadores se han quedado solos en la mesa de póker. El resto, incapaz de seguir las apuestas, se ha levantado y observa los serios rostros de ambos rivales, concentrados en las manos del crupier, que barajan el mazo de cartas.

Alberto Núñez Feijóo ha pedido tres. Lógicamente, se ha quedado con una pareja. Las dos primeras cartas que recibe forman otra pareja, pero la quinta, que levanta por la esquina, conteniendo el aliento, no casa con las otras. Su jugada se queda en dobles parejas de reyes y reinas.

«Podría valer», piensa Feijóo y puede que lo piensen también otros. Al menos uno de ellos, Santiago Abascal, situado ligeramente detrás del jugador popular, la mano siempre cerca del gatillo.

Es el turno ahora del gambler socialista Pedro Sánchez. Dicen que desde se retiró Adolfo Suárez, el tahúr del Misisipi, según lo apodaba Alfonso Guerra, no ha nacido otro con semejantes dedos. Hace tales trucos con las monedas que nunca se sabe en qué bolsillos acabarán, como difícil resulta siempre adivinar si juega sobre seguro o va de farol.

Sánchez mira a Feijóo y sin hablar comienza a descartarse. Delante suyo, en el tapete, solo queda un naipe. «Un joker», piensan todos los demás, mientras el crupier le va sirviendo una a una, muy lentamente, como si pesaran como losas de cemento, las cuatro cartas que ha pedido. ¿Qué querrá ligar? ¿Un póker, una escalera…?

Sánchez necesita al menos un trío. Mirando de soslayo a Gabriel Rufián, cuatrero a quien bien conoce, levanta un dos; mirando a Otegi, el pistolero zurdo, levanta un tres; mirando a Ortúzar, el predicador, levanta un cuatro; yendo a mirar al mayor de los Dalton, Puigdemont, intuye que deberá levantar un cinco para hacer escalera o, caso contrario, verse obligado a bajar los peldaños del poder. Pero, ¿dónde está Puigdemont? El Dalton ha huido en su caballo cimarrón sin hacerle la seña.

¿Cómo seguir la partida? Tapando su quinta carta con la mano, Sánchez mira a Feijóo y ambos meditan a la vez: «¿Qué haría en nuestro lugar el tahúr del Misisipi?».

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