TERCERA PÁGINA

46 millones son España

Dejémonos de trincheras y enfrentamientos estériles, convivamos confrontando ideas y uniendo intereses

Antonio Morlanes

Antonio Morlanes

Está muy de moda que hablemos de España, pero lo que sucede, al menos a mi entender, es que lo hacemos como un sistema de enfrentamiento de una parte contra otra o, más bien, contra otras. Así como para Machado había dos Españas nosotros hemos sido capaces de generar alguna más, aunque sea con diferentes nombres. Sin embargo, también considero que no perdemos ni un minuto en entender la España en la que vivimos y cómo se va transformando y, precisamente, no para bien. En estas líneas quiero analizar el fundamento de nuestro país: sus habitantes, ¿quiénes somos y qué hacemos?

Empecemos con una obviedad: cuantificar que en total existimos, en el territorio llamado España, 46.456.140 ciudadanos y que desde hace diez años hemos disminuido en 540.122 personas si hacemos la comparativa en retrospectiva, sin embargo, si lo proyectamos hacia el año 2050, entonces, la España que conocemos tendrá 2.061.584 habitantes menos –muy negativo, lo sé– y es que en estos momentos mueren 132.842 personas más de las que nacen ya que atesoramos la ínfima tasa de natalidad de un 6,9%, y, eso, teniendo en cuenta que la vida media de los españoles es una de las más elevadas del mundo: 83,2 años. Un dato adicional para que tengamos una fotografía más real de nuestra España: somos diez millones de pensionistas y hay casi once millones de estudiantes que nos permiten que tengamos tan solo un 1,5 % de analfabetos mayores de 25 años, por debajo de esa edad es prácticamente inexistente. Y para que tengamos la imagen completa de una población activa de 23,8 millones, los datos son los siguientes, 21 millones trabajan y 2,8 millones están desempleados.

A partir de aquí tenemos una multiplicidad de características que definen a cada uno de los españolitos de a pie: los hay ricos, pobres, trabajadores y algo menos, progresistas, conservadores, nacionalistas de mil cosas, generosos, avariciosos, codiciosos y cienes y cienes de características más, como diría Sabina. A partir de aquí, cada persona engloba grupos de ellas, forma familias, o no, pero en definitiva esta es la fotografía de un país que nos acoge y nos define. Esta instantánea, que bien podría hacerse con un smartphone de última generación, es dinámica porque todo puede cambiar, pero nos guste más o menos esta sí es la España que nos identifica y donde no sobra nadie –lo repito, no sobra nadie– porque esta es una cuestión que se corresponde con el modelo de sociedad en la que vivimos.

Por fortuna, pertenecemos a un país en el que desde el año 1978 tenemos un marco de convivencia que nos garantiza los caminos que tomamos y sólo es necesario no salirse de él para que la avenencia sea real, porque amparados por ese marco no tendremos ningún problema en aceptar lo que piense o reivindique alguien, pues quien lo haga sólo tendrá que convencer al número necesario de ciudadanos para que le otorguen la mayoría que necesita para hacer, ese hecho, realidad.

No limito esto a nada, y como un buen ejemplo vale más que mil palabras, lo explicaré de la siguiente manera: imaginemos que un grupo político o social reclama que se recoja en el Código Penal la pena de muerte. El proceso es fácil: deberá tener los apoyos necesarios para cambiar la Constitución y mientras no los tengan, a mí, que estoy en contra, no me molestan, es más, los identifico y sé quiénes son –mirar a la cara a tu adversario, siempre es ventajoso–.

Así que no hagamos mundos que no existen, porque mientras tengamos esa casa llamada Constitución todo queda en la voluntad de la mayoría de los españoles. Pero añado, cuando se aprueba alguna acción, hecho o similar, con la que algunos no están de acuerdo, tenemos a los vigilantes de la Constitución: el Tribunal Constitucional que dirá si se cumple, o no, con los fundamentos de esta.

En definitiva, dejémonos ya de trincheras y enfrentamientos estériles, convivamos confrontando ideas, aceptando el mayor apoyo de las que sean y, sobre todo, complementando intereses. Esto nos dará como resultado sumar en beneficio general y no restar en perjuicio de todos. ¿Queremos unidad? Pues hagámosla de verdad y no condicionada a la marginalidad de nadie. Somos seres racionales y, por tanto, debemos ganar espacio de entendimiento y de diálogo. Esta es la manera, cualquier otra sólo conlleva a fórmulas en las que unos siempre piensan que están por encima de otros.

Trabajemos con 46 millones de razones y encontremos las mejores de ellas para todos. Esta debe ser nuestra España: un espacio libre de miedo a las ideas, ya lo tuvimos durante cuarenta años en los que pensar era un vicio por combatir. Somos personas y ciudadanos y así y no de otra forma debemos vernos.