El método del susurro

Carlos Gurpegui

Carlos Gurpegui

Las guarderías están teniendo un problema serio para que los niños y niñas identifiquen lo que es primavera y otoño. De hecho, si Vivaldi fuera maño escribiría con un susurro Las dos estaciones en vez de las cuatro. Pobre Prete Rosso, sus ricos matices sonoros, arrastrados por el viento y el cambio climático que actualmente cuece océanos, mientras esperamos el deshielo de mentes y gobernantes. Al menos, el otoño del calendario es tiempo para los estrenos del cine español, concentrados como si no hubiera un mañana entre los Pilares y el puente de la Inmaculada, un coral de títulos donde la voz propia del llamado autor se presenta como el mejor de los géneros. En este bosque de talentos me detendré en la reciente Que nadie duerma, película basada en la novela homónima de Juan José Millás.

Aquí, la banda sonora señuelo será la de Turandot, la ópera de Giacomo Puccini cuya aria Nessun Dorma da nombre al relato. Su recitado rebosa esperanza triunfal, pero la realidad y la temperatura de contrastes del film serán otros. Empujada por la excelente partitura de Zeltia Montes, entre heridas y equívocos asistiremos al delirio de una víctima que desea renacer heroína, metamorfosis donde el azar juega al capricho de sus cartas, en un viaje que buscará recuperar la dignidad perdida con las dosis justas de redención. «El que no cambia, no gana», dirá Lucía, su protagonista.

Puccini era sensible a las demandas dramáticas del libreto, como también lo ha sido un superlativo Antonio Méndez Esparza en el guión dirección, artesano que ha sabido pulsar las teclas de la ironía y de lo insólito, reflejo del espejo tal y como lo compusiera el maestro Millás. Méndez ha sido intuitivo e inteligente en conformar un universo en fase de reset, a partir de un rodaje apoyado en la improvisación guiada, que ha servido para dotar de más poderío y frescura a su valioso elenco de intérpretes, staff donde una brutal Malena Alterio lleva el eje y eleva un papel poderoso, rico en emociones y matices, que seguro recibirá los premios más importantes de la temporada. Mientras que Antonio Méndez es un director que, de manera tan costumbrista como fascinante, ha sabido articular con su cinta una profunda reflexión sobre la vampirización de la realidad.

En la alquimia, Malena ha tildado a Antonio como «el director que susurraba a los actores», y quizá, con este «método del susurro» para provocar un catálogo de sentimientos y reacciones, el autor ha sabido allanar con sorpresa y brío esa búsqueda generosa que requiere el personaje, en alianza con la confianza y la sinceridad máximas de la actriz. Sea, pues, bienvenido el susurro por encima de todo. Espectadores y ciudadanía también tenemos un libro botiquín sobre el tema, el último de Dan Lyons, Cállate (Capitán Swing), que invita a mantener la boca más que cerrada en un mundo de incesante ruido. Silencio para la escucha, para centrarse en lo que realmente importa. Y silencio que es poder. «Cuando estás con la mente y con el cuerpo en el mismo sitio, la realidad adquiere una luz extraordinaria. Créeme», decía Millás en Que nadie duerma. Eso será concentración, o iluminación, sí. Y silencio y susurro.

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