La España medieval

George Lucas profetizó que el mundo futuro –hoy presente– se iba a parecer a Stars Wars: tecnología punta y éticas medievales. Sin ir más lejos, las guerras de Ucrania y Palestina se fundamentan en mitos cuando menos de aquel periodo. España también se ha basado en la Edad Media. Los tres reinos que la constituían entonces han deparado las actuales identidades y, exceptuando el euskera, en esa época se cuajaron los romances que hoy las han forjado: castellano, catalán, gallego, aragonés, bable... Pero antes del medievo existían otras etnias y lenguas que perduraron siglos: tartésicos, iberos, celtíberos, vetones, carpetanos, lusitanos, astures, cántabros, galaicos, vascones… Solo los cántabros han mirado a la Edad Antigua para forzar una identidad que los diferenciase de su histórica pertenencia al reino de Castilla, y los vascos parcialmente, pues si bien su idioma es prerromano, su identidad política es foral y medieval, como el propio poblamiento euskaldún de la actual comunidad autónoma que data del siglo VI (euskaldunización tardía). Así pues, nos ha quedado en la península un mapa bastante medieval (incluido el antiguo reino de Portugal) y con esos viejos pendones identitarios nos estamos arreando entre sí. Los reinos medievales, consecuencia de la llamada «reconquista» cristiana, eran bastante artificiales frente a una territorialización prerromana más apegada a los ecosistemas: los iberos de la franja Mediterránea, celtíberos de la cordillera (Celt)Ibérica, vetones de la Central, astures, cántabros y galaicos de las septentrionales, vacceos en la cuenca duriense, lusitanos en las dehesas occidentales… En definitiva, pueblos afincados en las comarcas naturales. Por ello creo que, sin renunciar a la herencia medieval, tenemos que reivindicar y valorar esa otra de nuestros indígenas para entender nuestra complejidad identitaria y dar sentido a la España interior tan vaciada/vacilada.

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