Cuando Zaragoza se empina

Joaquín Santos

Joaquín Santos

El otro día, tomando café con algunas gentes a las que les saco entre quince y veinte años, salió un tema en el que no se si usted habrá reparado. Hablábamos de la calle León XIII y les preguntaba: ¿Para ti la calle es plana o está empinada?

Ya me imagino lo que usted está pensando. Si tiene entre 20 y 40 seguramente no acabará de comprender de que va esta tontada de artículo y lo dejará de leer en este mismo momento. ¡Zas! Bueno, a lo mejor no, a lo mejor he conseguido de captar su atención.

Si tiene entre 40 y 50 pensará que lo pregunto por algo, pero no acabará de captar el porqué.

Si tiene más de 60 ya sabe que la calle es empinada por más que los más jóvenes la vean plana al estilo de como los terraplanistas piensan que es La Tierra. Plana, plana. Usted sí que me ha entendido a la primera.

Creo que en el mismo club se moverán todos aquellos que por motivo de discapacidad deambulen con silla de ruedas, muletas o andador, que paciencia no les falta para aguantar que no les hagamos ni puñetero caso desde nuestra insensibilidad planista. Sea como sea, el club que lo vemos empinado cada vez está más nutrido y, en los próximos años, va a crecer de forma exponencial. Sí, los beibibumers vamos a ir llegando a la edad provecta y somos muchos. Esto no pasaría de anécdota si no fuera porque nos queda bastante tajo en materia de accesibilidad. Lo digo para que los responsables en la materia tomen conciencia de que vamos a ser cada vez más los que vamos a necesitar de su saber hacer, su sensibilidad y su capacidad de prever las dificultades que se nos vienen encima.

No quiero decir que no hubiera que hacerlo desde hace tiempo como de hecho se han ido haciendo cosas. Justo es reconocerlo. Pero justo es también reconocer que anda que no nos quedan muchas otras por hacer. Miren, por ejemplo, lo del tranvía. Ya sé que cada vez que se saca el tema se lía, pero se lía, se lía. Pues bien, desde el punto de vista de la accesibilidad la cosa no tiene discusión. Muchas personas no pueden subir con la suficiente soltura a un autobús. El tranvía tiene cota cero y es rápido como un rayo. Ya sé que estoy haciendo ahora mismo un montón de amiguitos, pero es que ¡Oiga! Usted también lo va a necesitar algún día. Se lo digo por su propio bien. Palabrica del niño Jesús.

Igualmente necesitaría una actuación urgente la solución de lo de los ascensores en las casas que no tienen. Ya nos podemos empeñar los profesionales, que no digo yo que no tengamos razón a veces y sinrazón en otras, en que es mejor quedarse en casa cuando se tiene una situación de dependencia. Pero si la casa es una cárcel de la que no se puede salir, mucha gracia la cosa no tiene y algo habrá que empezar a hacer (que sí, que también se ha hecho, pero tampoco tanto). No quiero ponerme pesado, pero la inversión en accesibilidad es una inversión en convivencia y bienestar que nos beneficia a todos, todos, todos, incluso a los que todavía no saben que León XIII (y muchas otras calles de Zaragoza) están en cuesta. Ya os llegará, maños y mañas, bueno, mejor que os llegue que no. Ya sabe de qué hablo ¿no? Pues eso. Al turrón.

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