Declaración de los Derechos Humanos

El documento constituye un patrón universal de los principios que preservan la dignidad humana

Mariano Berges

Mariano Berges

Investido Sánchez, nos alejamos de las cosas domésticas y pasamos hoy a un asunto verdaderamente trascendental. El día 10 de este mes de diciembre se celebró el 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH). Estamos hablando de un documento que plasma la cima ético-política de la conducta del género humano. Se trata de un punto de partida y de un indicador de cómo va la civilización y la salud ciudadana en el mundo. Precisamente hoy, con las guerras de Ucrania y Palestina en la puerta de nuestros territorios, y la enorme contaminación acústica, lumínica y emocional navideñas, es un buen momento para este recordatorio.

Al tratarse de un artículo periodístico no puedo pasar de una breve reseña de ese documento y su importancia socio-política para el mundo de hoy. Propongo como primera obligación a mis lectores que se hagan con un ejemplar del mismo. Tan sencillo como ir a Internet e imprimirlo. Luego, leerlo e interiorizarlo. Y, en tercer lugar, acostumbrarnos a analizar los distintos acontecimientos mundiales a la luz de este texto.

Desde su art. 1, que proclama que Todos nacemos libres e iguales, pasando por el art. 7 (Todos somos iguales ante la ley), llegando al art. 18 (Derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión), y aterrizando en el último art. 30 (Derecho a que estos derechos no sean suprimidos en cualquier circunstancia), pasamos revista a cómo las distintas situaciones humanas deben ser resueltas conforme a la dignidad humana. Especialmente, toda situación que implique violencia contra un ser humano.

El objetivo que la ONU persigue desde 1948 con esta DUDH es hacer universales la libertad, la igualdad y la solidaridad entre los hombres. El documento constituye un patrón universal de los principios que preservan la dignidad humana. Muchos países han incluido estos principios en sus respectivas Constituciones, entre ellos España, cuya Constitución es una de las más progresistas, precisamente por la fuerte huella de la DUDH en ella. Incluso Europa estuvo muy cerca de tener su propia Constitución en 2004, pero los referendos populares de Francia y Países Bajos votaron en contra de su aprobación. España demostró en este caso ser una de las naciones más europeístas de todas. Se pudo observar que los nacionalismos todavía no permiten que el principio de igualdad distribuya justamente el bienestar para todos.

La promulgación en 1789 de los Derechos del Hombre y del Ciudadano por la Asamblea Constituyente francesa constituye el antecedente histórico más claro del presente documento. Entonces, igual que ahora, su redacción recogía las influencias de los filósofos de la Ilustración sobre la libertad, la seguridad o la resistencia a la opresión. Sin embargo, la realidad actual nos hace ver que este documento de la DUDH ha quedado como una recopilación de buenos deseos. Y no lo digo solamente por la violación obscena e inaceptable de los derechos humanos que se practica todos los días en Palestina («Palestina es un cementerio de niños» ha dicho Guterres, Secretario General de la ONU), sino por esas cifras escandalosas que cada cierto tiempo nos recuerdan algunos medios de comunicación, pero que enseguida olvidamos y no nos sirven de estímulo para subsanarlos desde la dignidad humana.

¿O los más de 1.000 millones de personas que viven en la pobreza más absoluta no tienen derecho a la vida? ¿O los 500 millones que están subalimentadas? ¿O los 1.400 millones sin agua potable? ¿Y qué decir de la gente sin trabajo, sin vivienda, o niños sin derecho real a la educación? Paro porque no pretendo que me salga una homilía laica, sino una constatación mucho más prosaica y exigente.

Para terminar, un ruego, aunque solo sea por deformación profesional. Como este tipo de digresiones sirve para poco, hago un llamamiento a maestros y profesores para que, independientemente de la materia que impartan, introduzcan en la cabeza (y en el corazón) de sus alumnos este tipo de consideraciones. Con poco esfuerzo de cada uno, el provecho social es enorme.

Suscríbete para seguir leyendo