Chile dice de nuevo ‘no’

El Periódico de Aragón

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Un año después de que los ciudadanos chilenos rechazaran el proyecto de nueva Constitución elaborado por la izquierda ha corrido igual suerte el texto redactado por una asamblea constituyente con mayoría conservadora y de extrema derecha. La ventaja de 11 puntos cosechada por el voto en contra de la Constitución sometida a referéndum no deja lugar a dudas: los chilenos prefieren la ley de leyes aprobada en 1980, cuando Augusto Pinochet todavía gobernaba el país, reformada muchas veces, que las dos alternativas que se han sometido a su consideración. Las razones son múltiples y complejas, de entre las que destacan dos: los proyectos han quedado lejos de las expectativas y las necesidades más imperiosas de los votantes y los partidos no han tenido la sensibilidad suficiente para someter a consulta textos en los que el electorado se sienta reconocido.

Después de la movilización social de 2019, durante el segundo mandato de Sebastián Piñera, interpretó la izquierda que el país reclamaba un cambio constitucional que consagrara el Estado social y reconociera los derechos de los pueblos originarios. Gabriel Boric, presidente en ejercicio, se estrelló frente a la realidad: el proyecto presentado a consulta estaba lejos de la necesidad de afrontar reformas inmediatas en la economía, la sanidad, la educación y las pensiones para acabar con la lógica de la privatización de servicios esenciales. Entendió José Antonio Kast, líder de la extrema derecha, que, a la luz del fracaso de Boric, era viable sacar adelante un proyecto de orientación neoliberal o, lo que es lo mismo, que abundara en la herencia recibida de Pinochet. También se equivocó: a un país con crecimiento cero en 2023 le parece que más de los mismo, corregido y aumentado, es el peor camino para salir del atolladero.

Nadie sale vencedor de estas dos consultas salvo quienes intuyeron que, más allá de la protesta de 2019, la mayoría silenciosa no quiere embarcarse en soluciones extremas que es lo que, en última instancia, representaban los dos proyectos de Constitución rechazados. Ni refuerza a Boric en su aceptación popular el resultado del referéndum del domingo ni refuerza a Kast en su pretensión de ser el próximo presidente de Chile. Por el contrario, se abre un futuro inmediato dominado por la incertidumbre. Para el presidente, porque debe atender a las reclamaciones de cambios profundos efectivos en los programas sociales; para Kast, porque deberá afrontar más temprano que tarde la competencia abierta de la Unión Democrática Independiente, que encabeza María José Hoffman, un partido tan conservador como el Republicano de Kast y que se disputa con este la primacía en el mismo espacio político.

Hay en el resultado del domingo y en el de hace un año una impugnación global del enfoque que dan los grandes partidos a la crisis social. La gran paradoja es que, al calor de tal impugnación, sobrevive el legado normativo de la dictadura, aunque haya sido sujeto a sucesivas reformas y retoques, y alimenta la añoranza de la unidad de socialdemócratas y democristianos, que durante dos decenios se presentaron juntos a las elecciones presidenciales y garantizaron la estabilidad. Es de todo punto lógico el anunció de Boric, que da por cerrado el ciclo constituyente que él mismo abrió.

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