Mentiras verdaderas

Laura Bordonaba

Laura Bordonaba

Uno de los primeros recuerdos que identifico es el de mi profesora en la guardería, a mis tres años, exigiendo la verdad sobre quién se había hecho pis encima. Otro pertenece a primer año en el colegio, cuando nos quedamos encerrados en clase sin recreo como castigo porque alguien había robado un bolígrafo y la profesora nos sometió a un interrogatorio hasta dar con el culpable. Nadie lo reconoció. En los dos casos se nos exigía la verdad.

Esto me lleva a plantearme qué relación tenemos actualmente con la verdad ahora que vivimos inmersos en las redes sociales y sufrimos los efectos de la desinformación, que incide en la salud física y mental de la ciudadanía, y también en la erosión de la democracia, la polarización, y el auge de los populismos.

¿Cómo nos relacionamos con la verdad? No solamente desde una visión más filosófica o emocional sino considerando si las redes sociales han hecho mejorar nuestra relación con aquello verificable y demostrable. ¿Ha dejado de importar la verdad en las redes sociales?

Una de las visiones idealizadas es la de que son las propias plataformas las que deben asegurar que aquellos contenidos que circulan por ellas son veraces. Pero ya en los primeros tiempos comprobamos que lo importante era compartir contenidos a la vez que estar el máximo tiempo posible consumiendo e interaccionando con lo aportado por nuestros contactos.

Las redes sociales han permitido dar voz a aquellos a quienes no se escuchaba habitualmente, pero ello no ha impedido que el incremento de la polarización social y política haya conllevado un aumento de la tensión en relación con la verdad. Una verdad que exigimos más en relación al otro bando, y no al propio. Somos muy poco conscientes de cuánto tiramos de nuestros propios sesgos (el de confirmación, pero también el de perseverancia en las creencias) para analizar todo aquello que nos acontece. Y no reconocerlos ni explorarlos es el primer paso para que seamos influidos por contenidos que van a interpelar nuestras emociones, nuestros miedos e inseguridades.

Las redes sociales piden adhesiones inquebrantables, rápidas y viralizables. A menudo parece que nos movemos en la paradoja de que la verdad no nos parece importante hasta que nos atañe a nosotros, que el rigor que pedimos para nuestra realidad próxima no es el mismo que se exhibe al opinar o sentenciar sobre aquello que nos es más lejano. La respuesta a cómo sobrevivir a todo esto no será sencilla como la propuesta por los negacionistas, pero será verdad.

Suscríbete para seguir leyendo