TERCERA PÁGINA

Desmemorias

Como sociedad, sufrimos un proceso de deterioro cognitivo colectivo

Joaquín Santos

Joaquín Santos

Digamos que, por motivos profesionales, he debido enfrentarme a los problemas asociados a la demencia, al deterioro progresivo de las facultades mentales de las personas que por causa relacionada con la edad comienzan a tener trastornos de conducta. La pérdida de memoria es una de sus principales características.

La etimología de la palabra demencia nos lleva al centro de la cuestión, la demencia es la privación de la mente, de la potencia intelectual del alma humana. Por eso estos procesos son tremendamente dolorosos tanto para las personas que lo sufren como para sus familiares, allegados y cuidadores habituales.

Acabo de leer Los hijos dormidos, del francés Anthony Passeron, uno de los candidatos a los premios Cálamo 2023, y no he podido dejar de relacionar mi experiencia laboral, que afecta a personas concretas, con el grave problema de desmemoria que padece nuestra sociedad.

Passeron, que tiene cuarenta años, hace en su libro un ejemplar ejercicio de investigación familiar y sociopolítica.

Decide enfrentarse a la memoria de un tío al que apenas conoció de niño, víctima de la heroína y el SIDA, profundizando en los entresijos emocionales de su familia y el proceso de reacción social y del sistema sanitario ante ese fenómeno social desde los años ochenta.

Viví la época que retrata en primera persona, conocí a varios chicos de mi edad que perdieron la vida en ese laberinto. Por eso la lectura del texto me ha sorprendido tanto, me ha traído a la memoria acontecimientos que apenas contaban ya en la conciencia de lo que somos y me ha descubierto no pocos elementos de análisis que me pasaron completamente desapercibidos en su momento.

La constatación de mi desmemoria me ha traído a este artículo en el que pretendo compartir con usted la idea de que sufrimos un proceso de deterioro cognitivo colectivo. El otro día, paseando por el Retiro en Madrid, escuché como uno de esos guías aficionados de free-tour castigaba a sus usuarios hablando de la guerra civil; manifestaba sin rubor que el objetivo de los sublevados (él utilizó el término «nacionales») no era otro que instaurar una monarquía parlamentaria.

Uno de los riesgos de nuestro modelo de convivencia consiste en que en ninguna sociedad democrática liberal es legítimo establecer un relato cierto y único de nuestra historia. Es responsabilidad de cada ciudadano el ejercicio de determinación de memoria. Gracias a esta debilidad, y al mismo tiempo fortaleza de nuestra modelo, es frecuente que existan grupos políticos que se empeñen en intentar inventar una realidad paralela, que nieguen lo acontecido. Asistimos entonces, si caemos en su celada, a una pérdida del alma democrática.

Conviene recordar, por ejemplo, el significado de la frase que rodeaba las monedas del franquismo: Franco, caudillo de España por la gracia de Dios. El simple significado de esta frase nos debería ayudar a constatar que en esos cuarenta años no vivíamos en una democracia, que teníamos como en la Edad Media fueros y no Constitución, que éramos súbditos y no ciudadanos y que mandaba solo un señor y los demás no pintábamos nada.

Debemos ser conscientes de que, como sucede con las personas concretas, la percepción de la memoria, la interpretación del presente y la imaginación del futuro son elementos íntimamente interdependientes. Defender la convivencia y la Constitución exige ejercitar la memoria y recuperar la cordura democrática. Exige también no callarse ante los relatos falsos. No es poca cosa comenzar 2024 con este propósito. ¿Se apunta?

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