EL RINCÓN DE PENSAR

Sin imaginación no hay sueños

El presupuesto es la única herramienta que marca si un gobernante tiene proyecto propio o vive del que diseñaron sus antecesores

David López

David López

Llega el final de 2023 y recuerdo perfectamente la sensación con la que terminó el año pasado: que si la tensión política es porque se acercan las elecciones y todo es pura pose para arañar votos; que si el Real Zaragoza pagará la nueva Romareda y la izquierda solo pone palos en las ruedas; que si también agitan el fantasma de la extrema derecha para que el PP no arrase en las urnas pero no los necesitará para gobernar o que si la unión de estaciones será una realidad porque hay dinero de Europa y solo protesta una minoría que desconoce lo que realmente necesita el Pirineo. Creo que casi todos estábamos pensando lo mismo: qué larga se hará la espera y por favor que acabe pronto. Pues bien, ya ha pasado 2023 y creo que salvo este último pensamiento, todo ha salido al revés. O mejor dicho, como esperaban solo unos pocos.

Con el nuevo año reaparece la tentación de cambiar todo a mejor para el próximo año y sacar lecciones de lo vivido del que ya termina. Pero al margen de la evidencia de que la tensión seguirá alta por mucho tiempo en la política, me queda una cierta desazón en cuanto a los proyectos de futuro en el ámbito doméstico. Quizá por comprobar que el Gobierno de Zaragoza no tiene un presupuesto que demuestre que la alcaldesa Natalia Chueca tiene en mente una nueva era con sello propio. Son unas cuentas que siguen a rajatabla el guion de su antecesor, Jorge Azcón, cumple la hoja de ruta marcada intentando, de nuevo, no meter la pata y olvida lo más importante: imaginar la ciudad del futuro, soñar algo relevante por lo que se le recuerde algún día. Vende bien lo del presupuesto «histórico», todos lo están siendo gracias a los fondos europeos, pero en su caso choca de frente con el techo de la historia que fue la Expo de 2008, un proyecto que un alcalde soñó un día, José Atarés del PP, y que otro, el socialista Juan Alberto Belloch, llevó como bandera hasta hacerlo realidad junto a la mayor transformación que ha vivido la capital aragonesa en su historia reciente (más allá del evento internacional).

Y es que cuando un gobernante pone sus sueños y su imaginación al servicio del bien colectivo y logra que el ciudadano le crea y se sume a ello, ese reto se hace imparable. Se podría decir lo mismo del Mercado Central de la era de Pedro Santisteve, su sello personal tras cuatro años de máxima soledad en el gobierno y que no pudo ni inaugurar. ¿Y qué más da? Ahí queda para muchos años. O el tranvía, tan cuestionado como alabado desde que alguien lo imaginó y soñó como solución a los problemas de la movilidad en Zaragoza. Fue el aldabonazo de Belloch a la recta final de su mandato apoyado en la izquierda de CHA e IU. Los mismos que le impidieron su sueño de organizar otra muestra internacional, la de Expo Paisajes de 2014, o de impulsar los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022. Imaginación tenía, más que presupuesto.

Otros sueños pueden verse realizados incluso por quienes en su día los dinamitaron. Allá por 2006, estuvo a punto de llevarse a cabo una nueva Romareda por 70 millones, que se dibujó con una línea de tranvía junto al estadio y al hospital Miguel Servet, que se pagaría con usos comerciales adosados al campo de fútbol. Bienvenida la Zaragoza de Antonio Gaspar: el tranvía ya está hecho y el futuro campo se hará por el doble de precio dos décadas después y con usos comerciales adosados. A él se lo paralizaron porque un juez cuestionó la valoración de los ingresos que se iban a generar. ¿Ahora todo se apoya en los 7.100 millones que regarán la capital en 75 años? Adelante. Entonces se criticó hasta el ruido que se iba a provocar tan cerca de un hospital. Ahora, silencio, que no llegamos al Mundial.

Y Azcón también soñó una Zaragoza con su sello que iba más allá del nuevo estadio: su avenida Navarra y Cataluña van cogiendo forma (y arañando partidas), las riberas del Huerva serán mañana lo mismo que el Ebro fue para Belloch... ¿Y cuál es el sello de Chueca? Tenía la ocasión de imaginar un eje este-oeste de alta capacidad –el que fuera–, o una reordenación de líneas de bus, o el futuro desarrollo urbano de la carretera de Huesca o de Logroño (solo estudiarlo al menos), o el cierre de la orla este... Pero quizá eso solo está al alcance de quienes sueltan de verdad amarras con los sueños de otros.

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