FIRMA INVITADA

Entre la ignorancia y la mala fe

No comprendo la retirada de apoyo a organizaciones sindicales y empresariales

Jesús Membrado Giner

Jesús Membrado Giner

Desde el pasado 27 de octubre, 130 mecánicos de 10 talleres de reparaciones de los coches Tesla se encuentran en huelga en Suecia. La noticia seria intranscendente si no fuese porque la solidaridad que está arrastrando ha llegado a traspasar fronteras y los sindicatos de Dinamarca, Noruega y Finlandia les apoyan. Todo por lograr un convenio colectivo para ese grupo de mecánicos que Elon Musk, multimillonario y accionista mayoritario de esa empresa, no quiere negociar.

En el Norte de Europa la negociación colectiva es la columna vertebral de los derechos, condiciones laborales, salarios, jornadas, promoción, formación continua, pensiones... Este poderoso movimiento sindical junto a la competitividad empresarial y un fuerte estado del bienestar, les permite liderar hoy en día la renta per cápita en todo el mundo.

Una empresa de la magnitud de Tesla debería haberse planteado el contexto social y sindical del país en el que se establece, pensando por contra que podía aplicar sin más, el modelo desregulador y antisindical norteamericano. Ya le ocurrió algo similar a una empresa multinacional del juguete estadounidense que tras dar una batalla semejante, cedió y tras escasos años vendió sus tiendas a un grupo europeo.

El boicot contra la empresa consiste en medidas de todo tipo: desde no recoger la basura ni limpiar los talleres y oficinas, pasando por no descargar los coches en los muelles por parte de los estibadores de todos los países nórdicos, la no distribución de las matrículas de los coches vendidos por el servicio de correos, la no reparación de averías eléctricas o de pintura en los coches, de obras en sus instalaciones, de suministro de aluminio para las reparaciones, incluso los músicos se han involucrado bloqueando la parte musical de los sistemas multimedia de los coches Tesla.

Todo vale para doblegar la intransigencia de este representante del capitalismo sin alma, que se mueve como pez en el agua dentro de la derecha más reaccionaria del mundo. De ahí los últimos movimientos de los fondos de pensiones daneses y noruegos, accionistas de Tesla, que están subiendo la temperatura de la confrontación. «La actitud de Tesla contra el derecho a la negociación colectiva es motivo de profunda preocupación...», dice parte de la carta mandada por el mayor fondo de pensiones noruego (KLP) a Tesla. En Suecia ya los hay que han amenazado abiertamente con vender su participación accionarial en esa empresa.

A la espera de movimientos solidarios en Alemania, donde está la gigafactoria más grande de Europa, la confrontación está servida. El modelo nórdico puesto en cuestión por Elon Musk es vital para estos países y la solidaridad que arrastra demuestra que el sistema cuestionado va a ser defendido por la mayoría de la sociedad.

He querido recoger estos hechos como muestra del papel que el movimiento sindical juega en las sociedades desarrolladas. Porque me resulta incomprensible la retirada de apoyo económico a las organizaciones empresariales y sindicales en los presupuestos de comunidades autónomas como Baleares, Murcia o Castilla y León, por parte de gobiernos de PP y Vox. Lo presentan desde la ignorancia y el desprecio al papel que realizan estas organizaciones. Hablan de quitar recursos a «chiringuitos», y tanto Borja Sémper como Feijóo se justifican con bufonadas irrespetuosas y malintencionadas.

Porque los sindicatos de este país fueron parte fundamental de la lucha contra el franquismo, de la transición democrática, de la consolidación de la democracia, de los acuerdos y reconversiones para entrar en el Mercado Común Europeo y de la estabilidad social y económica de forma permanente. Su papel e importancia está reconocido en la Constitución, en los artículos 7, 28.1 ,131.2, y el derecho a la negociación colectiva en el art.37.1.

Su relevancia constitucional da a las organizaciones empresariales y sindicales un papel de representación social y económica en organismos de todo tipo: en ayuntamientos, comunidades autónomas o Administración central. Pero hay más, el sindicalismo español tiene especificidades propias, su representación se mide a través de las elecciones democráticas en las empresas con más de seis trabajadores. Por eso hay más de 200.000 delegados, miembros de comités de empresa y juntas de personal, elegidos por mas de diez millones de trabajadores/as cada cuatro años.

Actualmente hay vigentes 3.385 convenios y acuerdos de empresa, que afectan a 10.585.000 asalariados. Convenios y acuerdos negociados para todos los trabajadores, sin ningún coste para ellos o para la empresa. Hechos por organizaciones que sostienen fundamentalmente sus afiliados y los apoyos económicos de las administraciones. Es decir, en España la afiliación sindical está penalizada, y aun así hay casi tres millones de trabajadores afiliados a los diferentes sindicatos.

Seguro que para Vox, hablar de sindicatos que no sean el que ellos patrocinan les produce urticaria. Para ellos el sindicato vertical del franquismo o la representación a tercios en la democracia orgánica es su modelo. Pero que el PP favorezca estas posturas a estas alturas de la película y se considere partido de Estado y constitucionalista de pro, es grotesco, malintencionado e incoherente. ¿Cómo se les puede llenar la boca de la paz social en base a la responsabilidad sindical y empresarial y a continuación ceder a cualquier tensión de la extrema derecha por intereses de poder?

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