IR DE PROPIO

Con buen sabor de boca

Laura Bordonaba

Laura Bordonaba

Siempre he pensado que comer es un acto de comunicación. A estas alturas seguramente muchos de vosotros, lectores, ya habréis visto The Bear, la serie que retrata magistralmente la ansiedad en las cocinas de un restaurante, pero también la comida y la cocina como vía de conexión, validación, integración, y consuelo. De las cocinas sale el alimento, que a su vez es una traducción del cuidado a los otros, y de intentar aportarles algo parecido a la felicidad.

En el episodio Honeydew (Miel de caña) de la temporada 2, una joya de sensibilidad y elegancia, Marcus, el chef que se ocupa de los postres, es enviado a un restaurante de alto nivel en Copenhague, para que aprenda del chef Luca. Y les cuenta a sus compañeros que durante esos días de aprendizaje tendrá que pensar en tres postres especiales para después, recrearlos en el restaurante. El episodio incide en que siempre hay una manera diferente de hacer las cosas, todo a través de la comida. Porque la comida también es escucha.

Esto inmediatamente me hizo pensar en qué tres postres familiares significan algo para mí. Y en la gran enseñanza familiar que me ha dejado la cocina. El tiempo, el cuidado, y la búsqueda.

Los encanelados de mi abuelo paterno, panadero de oficio. Delicados, perfumados, con el toque justo de canela. Quizás de ahí viene mi pasión por esta especia.

Los mantecados de mi abuela, colgados en una cesta de mimbre, en una cocina de fuego bajo y olor a leña, con ese punto correoso de lo que lleva tiempo esperando a sus visitantes. Nunca los he comido mejores.

La mousse de chocolate de mi madre. De un brillo precioso, una textura increíble, y un sabor que te lleva al éxtasis. Mi madre es una cocinera increíble, y mi hermano y yo hemos heredado ese amor por la cocina y el alimento. Desde niños aprendimos a agradecer a todos los que dan de comer a los demás, a sentarnos en una mesa y a vivirlo como un pequeño ritual. Vivíamos con ilusión cada salida a un local. Desde el vermut en el bar de Manolo y Consuelo a las comidas en el restaurante Zeus, o las meriendas en Hamburgos. La cocina y la comida nos hablan de personas, de sus historias personales y familiares, y de cómo las recordamos a través de ellas. La cocina es consuelo para el duelo, para honrar a los que ya no están o un día no estarán. El mero acto de comer en un local rodeado de desconocidos se convierte en un símbolo de humanidad, desde el momento en que compartimos emociones. La comida es un acto de comunicación que, como la miel, aglutina.

Suscríbete para seguir leyendo