IR DE PROPIO

El verano pronto estará aquí

Laura Bordonaba

Laura Bordonaba

Estos días ha vuelto a hacerse viral una columna que Manuel Vicent escribió hace bastantes años, en la que decía que el tiempo no existe. El tiempo son solo las cosas que nos pasan, por eso pasa tan deprisa cuando a uno ya no le pasa nada. Cuando dejan de sucedernos cosas, el tiempo pasa como una sucesión de días iguales y la sensación de que los años se escurren entre los dedos es cada vez mayor.

Cuando somos niños los días son largos, los veranos eternos. Cada día trae un nuevo descubrimiento, un nuevo desafío. El verano no es sólo esperar las vacaciones, ese viaje que nos sacará de la rutina. No es esperar a que bajen los 40º para salir a tomar una cerveza, ver una serie de una plataforma y levantarse con 25º. Una sucesión de días parecidos en los que nos refugiamos con aquello por otro lado tan verdadero de «qué bien cuando todo va como siempre». Porque por otro lado, cuando crecemos, sabemos que salir de la rutina no siempre es sinónimo de un acontecimiento extraordinario. Con los años lo extraordinario son las despedidas, ausencias, pérdidas materiales, o laborales, rupturas, huecos, descosidos. De vez en cuando, un destello de luz.

A veces cuesta un esfuerzo titánico encontrar la luz y la belleza en la repetición. Intentamos distraerla, engañarla. Me apunto al gimnasio, pruebo un sitio nuevo de comer, canto en un coro, preparo un viaje.

Tengo suerte, soy una persona relativamente feliz con lo sencillo, que no simple. Soy feliz con una comida familiar en mi casa, con ir a comprar al súper con mi pareja, con la lectura desde mi sillón y con un café al sol. Intento llenar mi día a día de gestos pequeños y de cosas que realmente me apetece hacer, con personas con las que me apetece estar. Así los días mueren un poco más tarde, incluso en invierno. Creo que lo verdaderamente difícil es encontrar paz y serenidad en lo habitual, en lo íntimo.

Ayer viajé por trabajo a Huesca y antes de subirme al bus entré en una panadería cercana y familiar que hace unos dobladillos de higo maravillosos. Le conté a la señora que atendía el mostrador que había escuchado hablar de ella pero que nunca tenía tiempo para acercarme.

«Tiempo es lo único que tenemos», me dijo. Y le sonreí y le dije que en realidad tenía razón. Y entonces le hablé de la columna de Manuel Vicent y me dijo: «encontraré el tiempo para leerla». Y me fui con un dobladillo de higo y otro de manzana, con el día haciéndose más largo, y pensando que todos los días pasan cosas que nos suceden, y no solo ocurren.

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