Esquí despilfarro

alfonso Alegre

Mi abuela era de Montalbán y solía hablar de las nevadas que allí caían en su infancia. En el primer tercio del siglo pasado los copos ya empezaban a caer en noviembre. Sin embargo, la nieve es algo cada vez menos habitual y cuando cae, cae cada vez mas tarde y se deshace antes. Esto es una tendencia que, más allá de altibajos, lleva años y por lo tanto la nieve está menos tiempo con nosotros. Este año la temporada de esquí, en la mayoría de las estaciones, empezó para Navidad. Incluso más tarde como es el caso de Panticosa que abrió después de Reyes. El cierre está previsto para el 31 de marzo, es decir que van a abrir 3 meses como mucho. En el caso de Panticosa ni siquiera llega. Además de la duración hay que tener en cuenta ¿qué significa abrir? Según la web Esquiades, ni Formigal ni Astún, ni Candanchú llegan a un tercio de pistas abiertas. Javalambre cuenta con 2 kilómetros esquiables de 15 que tiene dicha estación. Y no solo se trata de cuantas pistas hay, sino de cuanta nieve tienen. El espesor de la nieve en algunas pistas de Formigal o Valelinares no alcanza los 20 centímetros. Se llama cambio climático: cae mucha menos nieve y hace más calor, por lo que la poca nieve que cae no dura y los cañones con temperaturas sobre 0º no terminan de funcionar, es lo que tiene la física. Independientemente de que este pueda ser un año malo, es evidente que hay una tendencia y que esa tendencia nos lleva a que cada vez haya menos nieve. Por lo tanto, habría que pensar en paralizar toda inversión pública en el negocio de la nieve. Básicamente porque invertir en algo que solo se puede medio usar 2 meses al año no parece que vaya a ser muy rentable ni económica, ni socialmente. Digo inversión pública porque la privada hace tiempo que dejo de invertir, salvo que sea con subvenciones o rescates públicos, caso de la famosa unión de estaciones o del rescate de la estación de Candanchú. No obstante, como economista debo reconocer que no hay mejor negocio que invertir en el tuyo propio con el dinero de los demás, algo que los propietarios de Candanchú y de los terrenos urbanizables de Astún seguramente no ignoran. Hay que aceptar la realidad del cambio climático y sus consecuencias. Eso pasa por aprovechar cada euro para intentar mitigar las consecuencias de cambio climático, que ya está aquí, y no gastarlo en quimeras que ya no volverán.

*Profesor y economista

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