Sala de máquinas

Bernard Minier

Juan Bolea

Juan Bolea

Tengo que agradecer a Marine Caron, directora del Instituto Francés de Zaragoza, su amable invitación para compartir una velada literaria con el extraordinario escritor francés Bernard Minier. Un autor del cual –además de disfrutar mucho con sus novelas–, hay bastante que aprender, si del arte de novelar hablamos, desde el punto de vista técnico y creativo.

En títulos como Lucía o El valle, publicados en castellano por el sello Salamandra, Minier pone en práctica sus sólidos principios conceptuales y su habilidosa fusión de géneros. Su alquimia literaria, fruto de un largo aprendizaje, de experiencias y viajes, y de constante práctica con la escritura, funde al menos tres subgéneros: la novela policíaca (aquella que se basa en el enigma); la novela negra (aquella que se basa en el conflicto); el trhiller (moderna adaptación del suspense clásico).

A grandes rasgos, Minier va construyendo, página tras página, mundos de acción en base a personajes reales, escudriñándolos en profundidad, hasta el fondo de sus secretos y de sus deseos. Asesinatos, violaciones, secuestros, crímenes en serie, sí, pero con todas esas terribles consecuencias trabajadas desde sus causas mediante una atinada mezcla de intensidad psicológica, lógica científica y tensión argumental. Sus protagonistas no dejan de moverse ni de pensar, arrastrando al lector, en el marco siempre inquietante y trascendental de la lucha del bien contra el mal, a un torbellino de sensaciones y sospechas.

España tiene una destacada presencia en las historias de Minier. El autor utiliza en Lucía (protagonizada por una guardia civil española) escenarios como Salamanca o Graus (donde Minier tiene raíces y lazos). En El valle no se irá muy lejos, tan solo hasta el Alto Garona, en la vertiente pirenaica francesa, para construir un argumento tan original como plagado de sorprendentes giros.

En todas sus novelas, el peso de la narrativa lo llevan los personajes, que Minier traza con mano maestra. Policías, criminales, profesores, jueces, monjes, psicólogos, médicos… Una galería amplísima en la que los secundarios brillan tanto como los principales y en cuyas engarzadas escenas la prosa corre, condensándose solo para enfatizar algún rasgo o pasaje, y volviendo a volar. Acción, inteligencia narrativa, misterio… Bernard Minier.

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