Opinión | SALA DE MÁQUINAS

‘Putinistán’

Entre los libros de historia escritos por un periodista o por un historiador media, sobre todo, la distancia del tiempo.

El reportero se arroja sobre la realidad con la prisa, casi con la avidez con que tiene que enviar al rotativo su artículo, su crónica o su entrevista del día. El historiador, en cambio, aguardará a que el fuego de la pasión se haya extinguido de la superficie de la realidad, incluso a que se hayan apagado sus humeantes brasas, para proceder a analizar, más cómoda y fríamente, sus cenizas. Putinistán (La esfera de los libros) de Xavier Colás es un buen ejemplo de cómo un personaje histórico vivo, como Vladímir Putin, puede ser analizado al mismo tiempo que la vertiginosa historia que, por desgracia, protagoniza, le somete a sucesivos cambios. Porque el Putin actual, invasor de Ucrania, genocida, psicópata, represor, escoria humana, pero dictador persuadido de estar tocado por el aura de la divinidad no ha llegado a ser todo eso sino a través de una serie de niveles, peripecias o mutaciones que Colás irá exponiendo a los lectores de Putinistán.

No sólo fechando y describiendo, sino, sobre todo, intentando explicar, analizar la personalidad de Putin. Entre el niño de origen humilde, serio y calculador, que ingresaría en el KGB y asistiría en Berlín a la caída del Muro al déspota homicida que hoy reina en el Kremlin hay que citar a aquel Putin que, en 1995, siendo concejal de San Petersburgo, retiró de su despacho la foto de Lenin para colocar la de del zar Pedro el Grande. O a aquel otro que, en 2010, retiró de la primera línea política a su subalterno Dmitri Medvédev para pasar a ocupar desde entonces el foco de la presidencia del país. Lo ha conseguido al frente de su partido, Rusia Unida, gracias a la más eficaz de las estrategias: eliminar textualmente a sus adversarios, a más de uno mediante el veneno o el tiro en la nuca. La muerte en prisión de Navalny y la condena a Kasparov son los últimos capítulos de su locura criminal. Una aproximación rigurosa –por lo documentada–, y muy sugerente –por la capacidad interpretativa del autor– a un personaje siniestro, sí, pero que puede hacer saltar el mundo por los aires, siniestrándonos a todos. n

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