Opinión | sala de máquinas

San Mateo de Gállego

Aprovechando que mi obra teatral El último amor de don Juan se representaba en San Mateo de Gállego pasé un intenso día en esta población ribereña, a la que le tengo un gran afecto por numerosas razones. No siendo la menor de ellas el interés, a menudo la devoción, con que los sanmateanos celebran o protagonizan acontecimientos culturales.

La comisión de Cultura y su concejal, el historiador Rubén Martínez, joven pero ya experimentado valor del equipo del alcalde José Manuel González Arruga, vienen estimulando esa tendencia alimentándola con ambiciosas y atractivas programaciones, esforzándose por construir una comunidad desde los valores del conocimiento y del respeto a la convivencia. Una próxima exposición fotográfica mostrará esas raíces solidarias de San Mateo en su evolución a lo largo del siglo XX, cuando comenzó a experimentar los efectos de la transformación industrial, pero manteniendo sus señas identitarias como comunidad agrícola a la vera de su omnipresente río Gállego.

Numerosos artistas e intelectuales han encontrado en las calles de su casco antiguo o en las nuevas urbanizaciones la tranquilidad y el contacto con la naturaleza de que en ciudades grandes carecían, disfrutando de otra manera de ver la vida, medir el tiempo o leer libros en esa Biblioteca Municipal que tan generosamente dirige Ana Pilar Mayoral, y que ha sido bautizada con el nombre de «Irene Vallejo», en homenaje a esta gran autora.

Muchos de los ilustres vecinos de San Mateo —Fernando Malo, Manolo Laviña, Domingo Gaudo…— vinieron a ver El último amor de Don Juan. Con el Auditorio lleno y el público aplaudiendo cada escena, la compañía invitó a los espectadores a descubrir qué pasaría si el Tenorio (interpretado por Alberto Santos) resucitara en la España actual y se enamorase de una profesora marxista (Sara de Leonardis), perturbando hasta el infierno donde duermen los mitos y provocando que el mismísimo Mefistófeles (Amalia Aguilera) salga a escena para reprender a Don Juan por su inesperada conversión en un ciudadano enamorado y demócrata.

La representación fue un exitazo y una espectadora me dijo a la salida: «Gracias por habernos hecho tan felices». ¿Puede un autor escuchar mayor elogio?

Buen gusto, calidez, futuro: San Mateo de Gállego.

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