Opinión | SALA DE MÁQUINAS

Buscando a Thule

El Atlántico Norte ha sido objeto de grandes desafíos, y no solo en la historia de la navegación; también en la de la imaginación. No en vano, y desde la más remota antigüedad, múltiples leyendas han bailado sobre sus olas, viajado a bordo de sus icebergs o escondido en sus profundidades, en abisales simas o en los vientres de monstruos marinos razones para soñar... Una nueva vuelta de tuerca a esa tradición de sugerentes ficciones se la acaba de dar la periodista y escritora Elisa Beni con una novela abundante en magias y tradiciones atlánticas: Thule (Roca editorial).

Thule... El eco de aquella misteriosa isla soñada por los primeros historiadores romanos como el confín del mundo de los hielos ha inspirado a la autora para crear un original espacio en su trama de aventuras. Que suceden no en el tiempo místico de la fantasía, sino en el más contemporáneo 1937, año de guerra civil en España y de intenso ambiente pre-bélico en el resto de una Europa amenazada por Hitler.

Para huir de todos esos peligros, una atractiva pareja, compuesta por un francés y una española, ambos de orígenes aristocráticos, se refugiarán en una isla perdida en medio del Atlántico, a más de mil millas de distancia de cualquier puerto americano o europeo. Arribando a ella en un mercante que se jugará el casco para entrar a su pequeño puerto.

Allí, en La inexpugnable, Constanza y Armand, los principales protagonistas de Thule, se esforzarán por emprender nueva vida en compañía de los refugiados españoles que se les sumarían durante la travesía, y junto a los colonos que ya habitaban esa islita de nacionalidad compartida entre Francia y España. Una vez instalados en medio del frío océano en tan salvaje peñasco, a cuyo estrecha rada tan solo arribarán, y muy de cuando en cuando, barcos balleneros en ruta hacia Terranova, Armand y Constanza pondrán a prueba su amor y sus ideas de libertad bajo las condiciones de una naturaleza bella e impía.

Una novela que cautiva, además de por su ambientación, por un elenco de personajes bien definidos y contrastados entre sí, representativos de los convulsos años treinta y adecuadamente dotados por Elisa Beni de razón, sentimiento, humanidad, contradicción y, sobre todo, de mucho encanto.

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