Opinión | CON SENTIDO/ SIN SENTIDO

George Lucas profético

El promotor de Star Wars lo profetizó en 1977, en la primera entrega de la saga galáctica: el futuro sería una combinación de tecnología punta y ética ancestral. Hoy día estamos en vilo atrapados en una de esas guerras ultratecnológicas entre dos regímenes regidos por mitos ancestrales. A los ayatolás se los pinta como Darth Vaders que han sustituido el siniestro casco por turbantes y los judíos ultraortodoxos que gobiernan Israel parecen habitantes de un extraño planeta de la Galaxia. Entre medio, un Occidente que, tras abandonar sus principios tan vociferados en Ucrania, apuesta por una realpolitik con destino al callejón sin salida. Los villanos chiitas están claros, pero el histórico trauma antisemita de Alemania y Francia más el lobi judeoamericano impiden pararles los pies a los hijos de David. La República galáctica que debería defender los derechos humanos, la democracia y los principios ilustrados permite un genocidio alimentado con sus armas mientras predica un equilibrio imposible. Riéndose de Montesquieu, los de los turbantes y tirabuzones practican la Ley del Talión, que surgió hace casi 4000 años por aquellas tierras. Si esa cadena de venganzas nos lleva a la peor escalada del conflicto, La guerra de las galaxias dará paso a El Señor de los anillos y todas las tribus de por allí se masacrarán por la conquista de ese talismán que no es otro que esa tierra sagrada para las tres religiones del Libro. Se matarán, eso sí, con las armas tecnológicamente más avanzadas, que en eso sí hemos avanzado mucho. El pragmático Occidente sufriría entonces en sus carnes la subida exponencial de los carburantes, cuyo tráfico mayoritario podría quedar incluso obturado en el estrecho de Ormuz controlado por Irán. Así pues, un conflicto «local» de ultramontanos puede arrastrarnos a otra depresión económica: ¿y para eso hemos aparcado los principios democráticos de la Galaxia libre? Que la Fuerza nos acompañe.

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