La 8ª jornada de Segunda División

La pomada y la venda

Al Zaragoza actual, incapaz de ganar partidos, no le da para aspirar a estar arriba. El equipo va a peor en ataque, donde su bisoñez es palmaria y JIM ya no sabe qué probar

Azón pelea por un balón con el defensa del Oviedo Dani Calvo.

Azón pelea por un balón con el defensa del Oviedo Dani Calvo. / ÁNGEL DE CASTRO

Jorge Oto

Jorge Oto

Dijo Torrecilla que la confección del Zaragoza le podría dar para estar en la pomada de los aspirantes a soñar. El discurso, protegido por JIM, se sostenía sobre una plantilla supuestamente equilibrada y con efectivos de garantías en todas sus líneas. Y, sobre todo, sobre un entrenador que ya demostró su capacidad, incluso, para hacer milagros. Pero este Zaragoza, desde luego, está mucho más cerca de que aquella proclama responda más a una venda en los ojos que a cualquier ungüento. No puede ser de otro modo a tenor del eterno derroche de bisoñez ofensiva de un equipo que solo ha sido capaz de marcar cinco goles en ocho encuentros (ninguno de jugada elaborada) y cuyo pírrico bagaje de victorias (una solo) le mantiene entre los peores de la categoría.

Un triunfo y cinco empates en ocho partidos suponen una cosecha indecente a estas alturas. El Zaragoza no gana en casa desde mayo y solo ha marcado un gol en los 360 minutos que ha jugado ante una gente que lleva ganándose el cielo desde hace lustros. Ante el Oviedo cogió de la mano a su equipo para llevarlo a donde los jugadores no parecían capaces de llegar, pero su incondicional apoyo y sus infinitos cánticos no fueron suficientes. Al Zaragoza no le llega. 

Y da la sensación de que JIM a no sabe qué probar, lo que supone un serio riesgo de indefinición para un equipo que parece haber extraviado aquella identidad que lucía en las primeras jornadas. Ahora, el Zaragoza cambia medio equipo en cada jornada y, además, el entrenador lleva dos partidos consecutivos haciendo un par de sustituciones al descanso. Mala señal. Los que eran fijos, como Narváez o Álvaro, ahora son suplentes. O Francho, que también parecía intocable. Otros que desaparecieron, como Bermejo, regresan al once en detrimento de Borja, que marcó en Lugo y al que JIM, en otro ejemplo de cierto desconcierto, dejó sin un solo minuto en una decisión que contradice su manual de estilo. 

El Zaragoza va a peor, sobre todo en ataque, donde sus apariciones han pasado a ser fugaces y siempre carentes de contundencia. Esa bisoñez que lleva definiendo al equipo desde que el balón echó a rodar no solo es cosa de sus delanteros, que también (Álvaro apenas ha disparado a puerta desde que llegó), sino de todo el equipo. Porque el Zaragoza es demasiado pequeño para hacer daño en unos saques de esquina que siempre acaban en la cabeza de un rival. Porque da la sensación de que solo crea peligro cuando corre, pero tiene pocos jugadores veloces. Porque el dulce momento de Eguaras se echa a perder ante la falta de socios capaces de aportar desmarques en ruptura. Porque en el Zaragoza, el gol es una quimera. Y así la única pomada posible es esa a la que debe acudir el zaragocismo para aliviar su quemazón.

Hay tiempo, sí, pero no demasiado. El Zaragoza tiene virtudes, sí, sobre todo una: Francés, un futbolista escandaloso de solo 19 años. Y es difícil vencerlo, sí, pero, si no se quita de encima esa candidez quedará abocado a la mediocridad y no habrá más remedio que quitarse la venda de los ojos.