Real Zaragoza

Bajonazo

La caída de un Zaragoza incapaz de reinventarse ante las bajas obliga a Escribá y a jugadores clave a dar un paso adelante para salir del bache

Grau se lamenta tras encajar el gol del Mirandés el pasado domingo.

Grau se lamenta tras encajar el gol del Mirandés el pasado domingo. / ÁNGEL DE CASTRO

Jorge Oto

Jorge Oto

Bache o socavón, el Real Zaragoza se ha metido de lleno en un lío. Tres partidos seguidos sin ganar y dos derrotas consecutivas en las que no se ha marcado un solo gol y apenas se han generado ocasiones, advierten de un problema serio para un equipo aragonés sumido en una caída libre a la que ni Escribá ni los propios futbolistas están poniendo freno. El dibujo, el rendimiento de piezas clave y del entrenador centran el debate.

Un sistema por sistema

Escribá parece empeñado en mantener un 4-4-2 lineal que no se antoja el dibujo idóneo para la actual situación y con los jugadores disponibles. La medular acusa en exceso la ausencia de Francho, cuya sombra es demasiado alargada y el equipo ni gobierna los partidos, ni genera ocasiones, ni impide que llegue el rival. No solo se ha esfumado la seguridad defensiva (el equipo ha encajado gol en las cuatro últimas jornadas) sino que también ha desaparecido el dominio en el otro área, a la que se llega poco y mal. Cinco tiros a puerta en las tres últimas citas dejan claro que el Zaragoza se queda corto y que, quizá, este dibujo ya no da más de sí.

El partido ante el Mirandés evidenció los problemas del equipo para generar fútbol y la necesidad de tocar algo en un centro del campo en el que el rombo dejó de tener sentido sin Francho por la falta de un recambio de su perfil. Pero también Marc ha desaparecido y su ausencia también se ha dejado notar. Dos suplencias del canterano y dos derrotas de un Zaragoza que Escribá no parece concebir con Marc y Grau, de perfil muy similar, juntos de inicio. 

El inmovilismo del técnico respecto al dibujo se basa en lo bien que le fue con él al principio. Pero aquel 4-4-2 (en rombo en ataque y en línea en defensa) se aplicaba sobre un Zaragoza con jugadores clave que ahora no están. Así que su sentido no puede ser el mismo. Y, ausente Francho, dejar fuera a Marc se antoja un lujo asiático. Una osadía. Aguado es, seguramente, uno de los mejores pivotes de la categoría pero debe jugar solo, sin un escudero al lado pero sí un poco más adelante para, por un lado, añadir consistencia al centro del campo y, por otro, aportar algo de llegada. Ese 4-1-4-1 o 4-3-3 en el que Grau, Mesa o Moya se repartirían las dos plazas por delante de Marc, lo que aboca a jugar con dos costados (Vallejo y Valera) y un solo punta.

Medio equipo nuevo

No para Escribá de mover el árbol en busca de resultados que, lejos de mejorar, cada vez son peores. Más allá del partido ante el Mirandés, condicionado por la expulsión de Enrich al borde del descanso, el Zaragoza no funciona. En realidad, el problema frente a los burgaleses fue cuando ambos equipos estaban con once jugadores. Fue entonces cuando los aragoneses volvieron a mostrar una falta de identidad que repercute decisivamente en transmitir la sensación de no saber a qué juega. Si el plan era abrir el juego ante una defensa con tres centrales, ubicar los extremos a pierna cambiada junto a un lateral defensivo y otro sin ritmo de competición no parece la mejor idea. 

Entre bajas y decisiones técnicas, de aquel once que empezó la Liga ante el Villarreal B al que actuó de inicio el pasado domingo ha cambiado medio equipo. No están por lesión Francho, Nieto y Gámez (no está descartado para jugar el jueves en Andorra) y por elección de Escribá también han desaparecido de la foto Marc y Bakis. Demasiadas vueltas para acabar perdidos.

Piezas clave

Moya y Mesa partían como dos jugadores básicos, dos titulares indiscutibles sobre los que sustentar gran parte de las esperanzas de éxito. Pero el rendimiento de ambos ha caído en picado conforme se acumulaban las bajas y las dudas y el rombo pasaba a mejor vida. Lo mejor del canario es su llegada desde segunda línea, algo que no puede explotar tanto ahora que debe emplearse más a fondo en labores defensivas. Y Moya no ha logrado dar ese paso adelante que se le viene reclamando, si bien fue de lo más potable en la primera parte ante el Racing de Ferrol. En todo caso, ambos deben dar más.

También Bakis, el jugador mejor pagado de la plantilla y delantero de referencia de un equipo que parece no haberse adaptado todavía a él. Y viceversa. De momento, Escribá ya lo dejó en el banquillo ante el Mirandés, aunque todo apunta a que volverá pronto. 

Tampoco Manu Vallejo, otro llegado para marcar diferencias, ha ofrecido la regularidad necesaria. Ha entrado y salido del once aportando destellos de su innegable calidad pero pasando desapercibido durante demasiado tiempo. En todo caso, su gol y su fútbol son motivos suficiente para esperarlo y confiar en que, más temprano que tarde, llegará para quedarse. El Zaragoza le necesita.

La hora de Escribá

Así que es el turno de Escribá, sobre el que recae la responsabilidad de frenar la caída y devolver al Zaragoza la identidad perdida. El valenciano y el resto del cuerpo técnico tienen apenas tres días para salir del camino y encontrar otra senda sobre la que caminar con paso firme. El gran inicio otorga tiempo para encontrar esa solución, pero no demasiado. El calendario, con dos partidos esta semana, aprieta y obliga a no perder más tiempo.

Con el 4-4-2 más en entredicho que nunca y con varias semanas más por delante hasta que regrese Francho para equilibrarlo todo, el Zaragoza afronta una semana clave con el objetivo de cambiar las dudas por confianza y seguridad y evitar que el bache se convierta en socavón y sitúe a las puertas de la crisis a un equipo que hace un mes parecía imbatible.