Cada viernes, a mediodía, el Café de Levante en la calle Almagro de Zaragoza se convierte en una suerte de Casa de América en Aragón. Allí se reúnen exmilitares estadounidenses de la base "a contar mentiras y comentar la actualidad". Y todos tienen algo en común: su amor por "las mañas". Concretamente, por sus mujeres.

Así lo expresa Bill Kindig, que lleva años convertido en uno de los vecinos más populares de Daroca, como profesor de inglés. Al igual que Steve Millican y Tom Dempsey, forman parte de ese grupo de jóvenes seducidos por el lema del ejército estadounidense --Alístate y conoce mundo-- que llegaron a Zaragoza.

Para Tom, que llegó en el 58 desde Libia, fue "como pasar del infierno al cielo", y no escatima elogios hacia la ciudad que ahora es la suya. "Zaragoza era un destino codiciado, un tesoro oculto. Era una cultura nueva, una ciudad sin coches, con una comida estupenda y una gente muy amable. Y eso que apenas sabían inglés, ni yo español", recuerda.

Como muestran sus matrimonios, ellos no eran de los que se quedaban en la base. "Éramos veinteañeros, y queríamos ver mundo, no íbamos a encerrarnos allí. Pero es cierto que los que venían ya con su familia, o eran más miedosos, podían no salir en tres años. Yo nunca me sentí inseguro, aunque sí cambié de coche en seguida porque los nuestros llamaban mucho la atención, eran tanques", recuerda Steve, que llegó a finales de la década de los 70.

Por aquella época los americanos ya no chocaban tanto, ni había tanta normativa sobre el comportamiento como en el 58. Tom recuerda que "nos daban órdenes de no enseñar mucho dinero, por ostentación, y estaba prohibido hablar de religión y de política". A Steve, lo que le llamó la atención en los 70 y 80 fue "la cantidad de gente con barba que había" --recuerda, divertido-- y "lo bien que vivía la gente con muy poco dinero".

Ninguno de ellos notó hostilidad hacia los soldados, y menos en la base. "La animosidad creció más cuando se votó la entrada en la OTAN, pero creo que es lo mejor que pudo hacer España", opina Steve.

Nostalgia

Plenamente integrados en España, echan de menos algunas cosas --"como vivir en una casa y no tener que oír a los vecinos de piso", explica Bill, irónico-- pero las mujeres "mandan", y ellos obedecen gustosos.

Aún así, hay ciertos tópicos que les incomodan. "Me molesta que piensesn que queremos conquistarlo todo", explica Steve. "Los americanos están muy a gusto en EEUU, y normalmente les gusta viajar y volver. No quieren cambiar Europa, me cansa que piensen que somos los romanos del siglo XXI", aporta Bill. Mirando en casa, subrayan "la cobertura sanitaria pública, no os imagináis lo que tenéis. En ningún lugar del mundo funciona tan bien como aquí", afirma Steve.

Mientras reviven anécdotas y comentan las noticias --algo mucho más fácil con internet--, convierten por unas horas el café en "un trocico de USA". "A ver si un año de estos nos cierran la calle para celebrar el 4 de julio", bromea Bill.