Tras la primera fase de la misión afgana, en la que la protección se ceñía a Kabul, las fuerzas españolas se hicieron cargo del control de una de las provincias más pobres del país, Badghis, desde la base de la capital, Qala-i-Naw. En la ciudad ha prestado servicio recientemente el teniente coronel Pasamar, de la AALOG 41, como Jefe de la Unidad Logística, en la penúltima expedición afgana de las fuerzas aragonesas en los Equipos de Reconstrucción Provincial.

Con las peculiaridades de un territorio aún más pobre que Kabul, la misión es básicamente la misma que la de los pioneros de hace diez años. "Nos encargamos de proporcionar seguridad a la AECID --equipos de reconstrucción con personal civil--, además de instruir y adiestrar a las fuerzas de seguridad afganas, para ir transfiriéndoles la responsabilidad de la estabilización y control de su país, y de ayudar en lo que podamos a la población", explica Pasamar. Pero hay obstáculos.

"Por ejemplo, la corrupción está a la orden del día, es algo admitido, e incluso les extraña si no la hay", explica el teniente coronel. Algo difícilmente compatible con la configuración de un Gobierno de corte occidental. "El afgano de una provincia no siente el Gobierno central como propio, está apegado a su etnia. Son un pueblo orgulloso, duro --hay que serlo para sobrevivir allí--, y por tanto no aceptan de buen grado la presencia de los extranjeros, aunque les ayuden", explica.

AMENAZAS A esto se une la insurgencia, y no solo religiosa. "Los talibanes son parte del problema, pero también están las mafias locales de contrabando de opio, que viven muy bien como están y no les interesa que las cosas cambien", explica. "Además, los señores de la guerra no quieren perder su parcela de poder".

En este panorama, los soldados españoles intentan mantener la confianza de los afganos, aunque a veces sea inevitable molestarles. "En Qala-i-Naw tuvimos que vallar la calle principal del pueblo, el único espacio recto y con firme regular --el asfalto una quimera--, como pista de aterrizaje. Eso les suponía dar un rodeo, y al día siguiente nos encontramos las vallas rotas", recuerda.

Aparte de pequeños rifirrafes, el ejército intenta realizar proyectos de impacto rápido, como la construcción de un pozo en una pequeña localidad o la ayuda humanitaria, que transmitan el mensaje de cooperación. "Tener a casi 400 trabajadores locales en la base es lo que más se nota", explica Pasamar. Mientras, han de estar atentos a los insurgentes infiltrados, como el que mató a dos guardiaciviles y a un intérprete, vecino de Cuarte, en el 2010.

AVANCES Tras diez años, se ha hecho mucho por dotar al país de una estructura que le permita autogobernarse, pero Pasamar y Coll coinciden en que aún queda mucho camino por recorrer. Al parecer, bastante más que los dos años que restan hasta el 2014, fecha fijada --por el momento-- para la retirada de las tropas.

"Lo que pase depende de los políticos", resume el general Coll. "El avance es lento y queda mucho por hacer, pero lo importantes es que la población sepa para qué vamos. Que un país se solidifique tras el enfrentamiento étnico, como en Yugoslavia, requiere años, hay muchos intereses en juego. Te puedes ir, pero dejándolo en condiciones".