De lo particular o autonómico a lo universal. Ese fulgurante recorrido ha realizado el caso de La Muela, que ayer apareció en la portada de The New York Times. No está mal que el diario norteamericano se incline sobre los tejemanejes de la exalcaldesa María Victoria Pinilla.

Lo triste es que sea para ponerlos como ejemplo de la corrupción que inunda España y que afecta a unos 1.000 cargos públicos, desde munícipes a antiguos ministros, según el rotativo, que mete en el saco el caso Bárcenas, el aeropuerto de Castellón y el yerno del Rey.

La periodista Suzanne Daley, que ya visitó Grañén cuando el Gordo del 2011, señala que las urbanizaciones a medio construir le dan a La Muela, una localidad "barrida por el viento", el aspecto de un pueblo fantasma.

Enumera las propiedades de la exregidora, que ya presentan signos de deterioro, y describe cómo Pinilla y su familia acumularon, mediante "turbias operaciones urbanísticas", una fortuna de 24 millones de dólares. Cuando la Policía registró su casa, explica, tuvo que pedir una máquina a un banco para contar los billetes hallados en el domicilio: 485.000 dólares en total.

The New York Times asegura que España no es un país tan corrupto como Grecia e Italia. Y subraya que los españoles no tienen que pagar sobornos a cada paso que dan en su vida cotidiana. Pero se extraña de que casi ningún político imputado dimita, de la lentitud de la Justicia (que atribuye a la falta de medios) y de que, a menudo, el dinero ilegalmente obtenido por los corruptos financie a sus partidos.