Cáncer de mama | Una charla ante un espejo

Viven una etapa diferente de la enfermedad, pero a María Ángeles y a María José les basta una sola mirada para reconocerse en esta experiencia vital donde no quieren ser heroínas

Angelines y María José se conocieron el pasado martes.

Angelines y María José se conocieron el pasado martes. / JAIME GALINDO

Ana Lahoz

Ana Lahoz

No se conocen de nada. Nunca se han visto. Pero acaban de cruzar su primera mirada y algo dice que en cuestión de segundos han compartido, de retina a retina, el mismo carrete de sensaciones. Hay complicidad. Se llaman María José Méndez y María Ángeles Carbó y acuden a la cita con EL PERIÓDICO DE ARAGÓN sin caretas y con la firme intención de mantener una conversación sobre el cáncer de mama. Sin tapujos. Y también sin tópicos ni frases hechas. «A mi no me pongas como una guerrera, ni como una luchadora, ni como una superviviente», advierte María José.

Antes de la charla posan para las fotos y ya denotan unión. Son como un torrente de fuerza que al pasar por tu lado ya te deja claro que van a por todas. María José fue diagnosticada en 2009. Su tumor fue un caso grave que le llevó a una mastectomía radical. Es la voz de la experiencia y sus consejos ayudan. Por su parte, Angelines --como todo el mundo conoce a María Ángeles-- está en pleno proceso de quimioterapia. El jarro de agua fría le llegó en mayo de este año y todavía está asimilando la situación, aunque tiene las cosas muy claras. Ambas conocieron que tenían cáncer de mama en una revisión.

"Disfruto cada día como si fuera el doble. Estoy aprendiendo a cuidarme más», afirma Angelines Carbó

«¿Cómo estás?», le pregunta María José. «Bien, bien, me encuentro bien», responde su compañera en esta pequeña aventura que empieza por el principio: el momento de la detección. «Para mi el cáncer no era un desconocido porque mi padre ya había fallecido por esta enfermedad. De alguna manera, no me extrañó el diagnóstico. Solo pensé que si la pesadilla tenía que volver, mejor que fuera por mi y no por mi hija Beatriz», explica María José.

A su lado, Angelines asiente con firmeza: «Sobre todo piensas en ellos, en que no les pase nada. Mi hijo Daniel está siendo para mi un refugio», asegura. En su caso, cuando le dijeron el diagnóstico no pudo evitar acordarse de su marido. «Falleció hace tres años por un tumor cerebral. Pensé en su proceso, en cómo lo había pasado...», recuerda sin poder contener las lágrimas. María José le coge de la mano. «Tranquila», se le escucha decir.

Angelines y María José, el pasado martes, en la sede de la AECC en Zaragoza.

Angelines y María José, el pasado martes, en la sede de la AECC en Zaragoza. / JAIME GALINDO

Ninguna echó mano de Internet para saber en qué consistía el cáncer de mama triple negativo que les había sido comunicado, uno de los más agresivos. «Tengo que reconocer que yo sí miré los efectos secundarios. El tema de la caída del pelo sí me preocupaba y es algo que todavía no llevo muy bien», confiesa Angelines. «Pues yo no miré nada. Me hablaron de un tratamiento paliativo, no de curación, y me lo pintaron mal, pero ¡tuve tanta suerte con el equipo médico que aquí estoy!», dice María José. «Eso es verdad. El equipo de profesionales es magnífico. Ellos también son un lugar seguro», afirma Angelines.

«¿No sientes que has cambiado? ¿A qué ya no ves la vida como antes?», le pregunta María José. «Eso es cierto. Disfruto cada día como si fuera el doble. Estoy aprendiendo a cuidarme más», confiesa Angelines. «Y eso está muy bien. Yo soy una persona totalmente diferente. A mucha gente seguramente no le gusta en quién me he convertido, pero he cambiado muchas de mis prioridades y estoy tranquila con mi decisión», le contesta María José. «Vives más la vida», sentencia Angelines.

La familia, los amigos, los profesionales médicos y la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) han sido y son el cable a tierra de estas dos pacientes aragonesas. «Bueno, yo soy de Murcia, pero llevo aquí más de 30 añicos», dice María José. «Y yo soy de Escucha, un pueblo de Teruel al que ahora voy más porque también se ha convertido en mi refugio», confiesa Angelines.

"No hay que dulcificar el cáncer, pero tampoco somos heroínas. Somos obreras a las que solo hace falta que se les den las herramientas para ponerse a trabajar", dice María José

Hablar de cáncer no les cuesta. «Por supuesto» que pensaron y piensan en la muerte, dicen, «pero cuando te pasa, no estás todos los días con esa matraca», coinciden las dos. Sí creen que socialmente es algo que todavía no está naturalizado. «Hay gente que no te llama y que parece que ya te da por muerta. A mi me ha pasado. Me he encontrado con personas que me han reconocido que no contactaron conmigo en su momento porque no sabían qué decirme», dice María José. «Te suceden situaciones rocambolescas, pero también es cierto que descubres a personas que no imaginabas y lo haces para bien», apunta Angelines.

No quieren obviar en esta conversación el «miedo» que sintieron al principio ni tampoco que el tratamiento provoca náuseas, vómitos, te quita el apetito y te deja echo polvo. Un proceso que también anímicamente «te hunde» por momentos y te deja en un «limbo de la tristeza», como escribió Angelines en el diario que empezó a los pocos días de conocer su diagnóstico. «No hay que dulcificar el cáncer, pero tampoco somos heroínas. Somos obreras a las que solo hace falta que se les den las herramientas para ponerse a trabajar», concluye María José