DÍA MUNDIAL CONTRA EL CÁNCER

Las consecuencias económicas del cáncer: "No podía ni pagar el alquiler"

Hay pacientes de cáncer que sufren problemas económicos tras el diagnóstico y eso afecta a su vida diaria

«Si vives en el entorno rural, el gasto todavía es mayor», cuenta una aragonesa

El 28% de los pacientes que sufre cáncer acaba perdiendo su empleo

Carlos Dos Santos se encuentra actualmente en tratamiento.

Carlos Dos Santos se encuentra actualmente en tratamiento. / El Periódico de Aragón

Judit Macarro

Judit Macarro

«El momento en el que te dicen que tienes cáncer se te viene el mundo encima de golpe», asegura Meli, una vecina de 68 años de Tarazona. Hace 17 años que recibió su diagnóstico. «Me dijeron que tenía cáncer de mama el 19 de octubre de 2008», recuerda. Por aquel entonces, «las cosas eran distintas, porque la ciencia no había avanzado tanto como ahora», asegura.

Carlos Dos Santos también sabe lo que es la enfermedad. «Fue un palo muy gordo enterarme, hace dos años, de que tenía Linfoma de Hodking», cuenta. A sus 45 años, todavía convive con el cáncer. «Llevo dos trasplantes de médula. El primero fue autotransplante y no funcionó, ahora parece que voy tirando gracias a la donación de mi hermano», añade.

El relato de ambos coincide en una cosa: aseguran que se les paró la vida porque, a raíz del diagnóstico, todo cambia. «Comienzas a depender de todo el mundo. Para comer, para ducharte… no puedes hacer nada sola», rememora Meli. Esto supone un gasto físico y mental para los enfermos, pero también económico, que se incrementa para aquellos que padecen la enfermedad en el entorno rural.

Vivir lejos de Zaragoza, punto al que tienen que acudir para su tratamiento, les conlleva necesitar de un medio de transporte y buscar alojamiento «si tienes revisiones o terapia dos días seguidos», señala la aragonesa. «Son muchas pruebas, al menos cuando yo padecí la enfermedad», cuenta. De nuevo, afirma que ella tuvo «mucha suerte» porque su marido le llevaba siempre a Zaragoza y no tuvo que coger autobús ni tren en todo su proceso. «Es duro hacer esos viajes estando enferma», confiesa.

Meli padeció cáncer de mama hace 17 años.

Meli padeció cáncer de mama hace 17 años. / El Periódico de Aragón

A todo ello se suman otros costes como el de la alimentación si te tienes que quedar en la capital. «Es algo que solo sabemos los que vivimos fuera de la ciudad y tenemos cáncer», sostiene Meli. Una situación que se agrava con el desgaste físico y emocional de la enfermedad. «Hay periodos en los que te encuentras muy cansado», asegura.

Aun así, vivir en la capital de Aragón, con todos los medios sanitarios al alcance, no evita que el gasto económico sea mayor a los ingresos en el caso de padecer cáncer. Eso lo sabe bien Carlos, quien reside en Zaragoza y asegura que ha estado «más de un año» dependiendo económicamente de su familia. Las medicinas le costaban entre «80 y 100 euros al mes, algo que sin trabajo es duro», dice.

Cuando descubrió un bulto debajo de su axila, él estaba trabajando a media jornada. «Al principio ya era difícil salir adelante con todos los pagos, pero cuando tuve que pedir la baja la situación se volvió insostenible. No podía hacer frente a los gastos de la luz, el agua, la comida o el alquiler», recuerda con angustia.

Sin vida laboral

Ahora, gracias a la ayuda que recibe de la AECC Aragón, puede hacer frente a los costes de su vivienda. «Estoy muy agradecido porque me van ayudar con el alquiler durante seis meses», testifica.

Tener que dejar el trabajo es una de las cosas que más afecta a nivel emocional a los enfermos de cáncer, según explica Clara Sempere, trabajadora social de la AECC Aragón. «Ya no solo en lo que implica económicamente, que es mucho, sino en que el paciente deja de sentirse incluido en la sociedad. Se siente insatisfecho consigo mismo», señala.

Carlos explica que su gran problema era la cantidad de tiempo libre para pensar. «Le das muchas vueltas a la cabeza y se junta con el cansancio, porque ahora me pongo malo con nada», expresa. En cosa de dos meses, asegura que ha estado ingresado por una neumonía y hace un par de semanas volvió al hospital por una salmonelosis.

Por su parte, Meli también tuvo que dejar su trabajo, aunque de nuevo fue una «gran afortunada» porque su madre le ayudaba a cuidar de sus hijos, «que por aquel entonces tenían 17 y 11 años», dice. «Necesitas a alguien que te cuide a ti, pero también a los pequeños», apunta.

«Pasan de ser independientes a tener que depender las 24 horas del día de algún familiar o amigo», señala.

Las derivadas del cáncer es otra parte de la enfermedad que, según Sempere, afectan a la salud mental de los pacientes de cáncer. «Pasan de ser independientes a tener que depender las 24 horas del día de algún familiar o amigo», señala.

En este sentido, Carlos define su proceso como «muy complicado» debido a la distancia a la que se encuentra su familia. Es por eso que, durante los peores meses, fueron sus amigos quienes le cuidaron. Y esta sensación no termina aquí, porque cuando los enfermos vuelven a la normalidad «se pueden encontrar desde que no tienen trabajo, a que ya no saben quienes son. Tienen que empezar un trabajo de autoconocimiento», añade Sempere. 

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