Vivienda

Encontrar casa en los pueblos de Aragón, misión imposible

La despoblación que sufre la comunidad convive con la paradoja de que en los municipios aragoneses, en especial los más pequeños, presentan una oferta de alquiler escasísima y, en algunas ocasiones, prácticamente nula. Además, la que existe tiene un precio por encima del valor de mercado

Alquilar en los pequeños municipios es incluso más difícil que en las grandes ciudades.

Alquilar en los pequeños municipios es incluso más difícil que en las grandes ciudades. / EUROPA PRESS

Arturo Pola

Arturo Pola

En una época en la que la despoblación, así como la repoblación, son términos que están a la orden del día para tratar de evitar que, en la medida de lo posible, la España Vaciada no siga creciendo, resulta paradójico comprobar que en muchos pequeños municipios de todo el país, y también en Aragón, la oferta de vivienda es escasísima y en algunas localidades, prácticamente nula.

Tanto es así que muchas personas, especialmente familias, aun queriéndose instalar en un nuevo territorio, muchas veces abandonan esa idea porque no encuentran dónde vivir. Si comprar es complicado, alquilar es casi misión imposible. Según un estudio del proyecto Pueblos Vivos Aragón, más del 55% de las personas que intentaron alquilar una vivienda en un pueblo de menos de 1.000 habitantes no lo lograron y desistieron. Del resto, el 36,6% encontraron la casa que buscaban y otro 8% acabaron comprando ante la imposibilidad de arrendar un inmueble.

Una de las afortunadas que pudo encontrar un techo fue, no sin dificultades, Laura Sánchez. A la aragonesa le surgió una oportunidad de trabajo en Barbastro y decidió mudarse junto con su novio a la localidad altoaragonesa. «Pensaba que iba a ser más fácil, pero llegamos y, en todo Barbastro, las inmobiliarias solo nos pudieron enseñar tres pisos», recuerda Sánchez. Sin mucha posibilidad casi de comparar ni de elegir, la pareja se decantó por uno de los pisos. «Era el que más reformado estaba. Me dio la sensación de que los pisos estaban un poco viejos, pero aun así estaban muy demandados», subraya. «De hecho, la inmobiliaria nos aconsejó reservarlo lo más rápido posible porque había opciones reales de, si tardaba más días, que no hubiera un piso disponible en todo Barbastro», añade la joven.

La poca oferta de casas y pisos en las localidades, en especial las más pequeñas, tiene mucho que ver con la idiosincrasia de sus vecinos. En algunos casos tiene que ver con el recelo al foráneo a la hora de alquilar. Otra, que las casas, muchas veces cerradas durante mucho tiempo, son propiedad de varias personas, por cuestiones de herencia, y prefieren venderlas antes que complicarse la vida si no les hace falta alquilarlas.

En otros escenarios, las casas están en estado de casi abandono y cuesta dinero adecentarlas para ponerlas en alquiler o en venta, y muchos de los propietarios desisten porque no les merece la pena. «No hay viviendas. Es algo cultural. La gente en los pueblos no está acostumbrada a alquilar, hay desconfianza y, en la mayoría de ocasiones, no tienen necesidad económica», explican desde a Confederación de Centros de Desarrollo Rural.

"Pensaba que iba a ser un trámite"

Por ello, precisamente, las pocas disponibles que hay, ante la poca competencia, los propietarios de inmuebles, tanto para alquilar como para vender, pueden colocar precios casi prohibitivos y que, en algunas ocasiones, poco tienen que envidiar al de las grandes ciudades.

Estefanía Marco, maestra destinada para el curso 2023-2024 en el colegio de Mallén, trató en el mes de noviembre, cuando la destinaron, encontrar un piso de alquiler para unos meses en la localidad aragonesa. «Pensaba que encontrar casa iba a ser un trámite», confiesa la profesora. Nada más lejos de la realidad. En sus varias visitas a Mallén, los precios y las exigencias de los propietarios acabaron por hacerle olvidar la idea de trasladarse. «El piso más barato que encontré y en el que podía entrar era de 500 euros. Pregunté por uno que era más barato, pero me dijo la dueña que si el trabajo era solo para unos meses no le interesaba», recalca Marco. La imposibilidad de dar con algo que le encajara obligó a la maestra a conservar su habitación en un piso de estudiantes de Zaragoza y, mientras ella va y viene todos los días a Mallén, su posible casa todavía busca un inquilino.

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