La accesibilidad de la vivienda

Mariluz, nonagenaria sin ascensor: "Subo dos pisos del tirón y tengo que pararme a descansar”

A Mariluz cada día se le hace más «pesado» subir y bajar las escaleras de su edificio. Peina 91 años y vive en un tercero sin ascensor en el zaragozano barrio de Las Fuentes

Mariluz, en las escaleras que tiene que subir cada día para llegar a casa. | MARÍA MUÑOZ

Mariluz, en las escaleras que tiene que subir cada día para llegar a casa. | MARÍA MUÑOZ / c. gomar

Carlota Gomar

Carlota Gomar

A Mariluz cada día se le hace más "pesado" subir y bajar las escaleras de su edificio. No es para menos, peina 91 años y vive en un tercero sin ascensor en el zaragozano barrio de Las Fuentes. Y sola, ahí es nada. Cuenta con ayuda, aclara, pues una persona acude a diario a echarle una mano con esto y aquello y sus hijas están pendientes de ella. Dicho esto, Mariluz se las apaña y no perdona un paseo en un día soleado.

"Hace unos años instalaron unos asientos en los rellanos del segundo y tercer piso para que los más mayores pudiéramos descansar. Yo todavía puedo subir dos pisos del tirón, pero en el segundo ya tengo que pararme a descansar", explica Mariluz Gil, que los días grises y lluvioso descarta el paseo de inmediato. "Hace tiempo me caí y me da miedo resbalarme, así que si veo que el día está un poco regular, me quedo en casa", añade.

Pilar ahora tiene 95 años y hace cuatro que tuvo que irse a vivir a casa de su hija y su yerno. Del Rabal al Actur. De un tercero sin ascensor a un primero con dos ascensores. Aunque la memoria empieza a fallarle y los recuerdos le bailan, Pilar, que nació el 12 del octubre (de ahí su nombre), recuerda cada rincón del que fue su hogar. Sobre todo de un reloj de pared, el que menciona en varias ocasiones –"era muy puntual, no fallaba nunca"–.

Un tropezón en plena noche

Una noche, en un tropezón se rompió el tobillo. Además del tozolón y el susto, acabó en quirófano. "Ni mis hijos ni mis nietos creían que volvería a caminar, pero con el andador me defiendo para moverme en casa. Si salgo tengo que ir en silla de ruedas. Es que estas piernas...", explica. Ese diciembre de 2020 tuvo que trasladarse a casa de su hija, donde sigue viviendo. "No le doy nada de guerra", dice.

Antes de cambiar de barrio, Pilar apenas salía de casa. Asmática, operada de una rodilla y con 90 años a sus espaldas, lo de subir las escaleras era "una desgracia". "Me paraba en cada rellano y cuando llegaba a casa tenía que estar un buen rato sentada hasta que me recuperaba". Poco a poco dejó de salir de casa. "Mis hijos me hacían la compra y una mujer se ocupaba de las tareas del hogar. Los años no perdonan a nadie", recuerda.

Tanto en su edificio como en el de Mariluz se planteó la posibilidad de instalar un ascensor, hasta que se supo cuánto tenían que pagar por piso. "En mi comunidad no pudimos ponernos de acuerdo, había muchos que no querían pagar, los jóvenes", matiza Pilar. En el caso de Mariluz, según explica, el problema tiene nombre de inmobiliaria, la que adquirió varios de los pisos y que no quiere invertir. "Tienen el poder", comenta.

En su caso, tiene claro que no se va a mover de su hogar. "No, no, para nada. Alguna vez, cuando me pongo mala me voy a casa de mi hija, pero yo quiero seguir en mi casa", dice muy contundente Mariluz. "A mi edad, no me puedo plantear una mudanza ni nada así, y hace años no pensaba en las limitaciones", admite.

Ahora, confiesa, cuando se nota más floja se ve obligada a quedarse en casa. "No siento que sea una cárcel, ya saldré otro día, por ahora puedo y ahora que viene el buen tiempo mucho mejor, porque apetece más". Eso sí, cuando se le pregunta cuándo estaría preparada para poder hacerse una foto para este reportaje responde: "¿Ahora por la tarde? Uy no, yo ya no bajo que ya he salido esta mañana".