Entrevista | contracorriente Violinista ucraniana residente en Zaragoza

Teresa Polyvka: "El teatro me sirve de terapia contra la guerra en mi país"

Esta violinista ucraniana residente en Zaragoza desde hace dos décadas vive con desasosiego la invasión de su país. Acaba de estrenar con Teatro Che y Moche la obra 'Un día feliz', en la que se pone en valor la cultura y el carácter de la sociedad eslava

Teresa Polivka, violinista y directora musical de Teatro Che y Moche.

Teresa Polivka, violinista y directora musical de Teatro Che y Moche. / ANGEL DE CASTRO

Usted llegó a España en 2001, mucho antes de que comenzase la invasión rusa a su país. ¿Qué le trajo aquí?

Fue una casualidad. Estaba acabando mis estudios superiores en el conservatorio y al mismo tiempo, con un grupo musical, hacía giras por toda Europa. En España había una serie de personas, la mayoría ucranianos, pero también españoles hijos de los niños de la guerra que fueron enviados a los países del Este y habían vuelto, que siempre venían a vernos. Un día, en Bilbao, se acercó uno de estos amigos que me habló de una ley para legalizar a extranjeros, y que si tocaba en la boda de su hija me ayudaba. Así acabé en España. Él me dio alojamiento y mientras tanto eché mi currículum a varios sitios y la primera respuesta fue en Zaragoza, en el conservatorio Cittá di Roma. Una compatriota me dijo que si venía a Zaragoza me prestaba una habitación y me vine. Todo fueron casualidades, yo no pensaba en emigrar, pero la forma de ser de la gente y el país, me atrapó. Me salían trabajos y así llegué a Teatro Che y Moche, donde ahora soy la directora musical e intérprete.

¿Y desde entonces, cómo ha vivido el proceso en su país hasta llegar a la invasión, ya que los que sois de allí érais conscientes de que había un conflicto que aquí ignorábamos?

Habría que remontarse a la Revolución Naranja en 2004, una protesta pacífica contra el régimen del momento. Ya en 2013 vuelve la revolución a las calles, el Maidán, contra Yanukóvich. Rusia decide usar la fuerza contra esa revuelta pacífica y llegan los que llamamos soldados de marca blanca, sin identificación, y provocan una gran represión con unos 100 muertos civiles. La palabra prorruso se me hace difícil de pronunciar porque es inventada, un concepto para hacer pensar que Ucrania se ha estrangulado a sí misma, que nos hemos peleado entre nosotros y que nos autoextirpamos Crimea, y así Moscú crea una guerra en el Donbás que se ha cronificado hasta la invasión. Lo que me duele es que la gente se lo cree, cuando la realidad es que hemos sufrido a Rusia desde hace muchos tiempos, con el imperio zarista, el comunismo y ahora el fascismo de Putin.

¿Qué sintió cuando conoció la invasión de Rusia a su país?

Incredulidad. Me quedé rota, destrozada. Tras el daño que había hecho en años anteriores en los que habían muerto tantas personas defendiendo a nuestro país, no entendía esa escalada de fuerza.

¿Cuánta familia tiene en Ucrania?

Queda la parte masculina, que por edad no pueden o no quieren salir; mientras que la femenina está aquí en Zaragoza. Cuando empezaron los bombardeos los localicé y los trajimos. Fue caótico, mi sobrina con un niño de 1 año estuvo tres días en un coche en la frontera de Polonia con el frío de febrero. Pero ellos están ahora aquí, mientras que su marido, de 30 años, se alistó y está en Bajmut, en la primera línea del frente. Ahora, lo que veo, es el sufrimiento de la familia que tengo aquí, que no puede volver a Ucrania. Siempre con el teléfono en la mano y esperando un milagro porque lo único que quieren es regresar.

 ¿Cómo valora la ayuda de los países occidentales a Ucrania?

Me emocioné con la acogida a los refugiados, y me alegré de que la UE se uniera de verdad frente a un enemigo común para corregir semejante injusticia y ya con armas, pues al principio no se planteaba enviar armas para evitar enfrentamientos. Europa y EEUU están entendiendo el conflicto y se han unido para ayudar a Ucrania, pero también es verdad que por lo que me trasmiten desde el frente es que no tienen suficiente munición. Cada día en Bajmut muere mucha gente, también unos 700 rusos, pero Rusia tiene que esgrimir una victoria. Ucrania está siendo un escudo para Europa frente a Putin y lo está pagando son sus vidas. Estamos tratando de pararle los pies, pues si no, como en la segunda guerra mundial o el mundo se une contra él o sus ambiciones y sus acciones se van a expandir, que es lo que siempre ha buscado. Hay gente que habla de no enviar armas o está en contra de la intervención de la OTAN, que a mí tampoco me gusta, pero ahora Europa la necesita contra un enemigo común que ha surgido sin verlo (aunque nosotros los ucranianos, sí) y que encima tiene el gas y las fuentes de energía que todos necesitan.

Y usted, aquí, sigue cada día subiendo al escenario con Teatro Che y Moche, y además ahora con una obra, ‘Un día feliz’, que pone la mirada precisamente en su país y además con grandes dosis de humor. ¿Le resulta duro o es más bien terapéutico?

Más bien lo último. El teatro y esta obra me sirven de terapia, es una manera de huir de la realidad y también de luchar contra esta situación. Ahora tengo cierta tranquilidad porque veo que hago todo lo posible para ayudar; necesito sentir que ayudo a mi país con todo lo que puedo, con mi familia refugiada, a mi sobrino en el frente, con los conciertos benéficos a la gente en general y ahora, a través de esta obra, con el arte y el humor, dando a conocer la cultura y el carácter de mi país.

¿Cómo surgió la obra?

La guerra nos pilló trabajando en ella, que iba a ser la segunda parte de nuestra producción El funeral. Todo iban a ser risas, pero la guerra nos partió la trama aunque decidimos no renunciar al humor, pues la cosa era tan seria que pesamos que lo mejor sería contarlo con humor. Un día feliz pone en valor la cultura, el folclore y el espíritu de la sociedad no solo ucraniana sino eslava en general. Es un pueblo desconocido y esta es una forma de luchar contra ese desconocimiento a partir de una distopía en un país imaginario para poner en valor su arte, su música, lo bondadoso y solidario que es este pueblo. El arte y el teatro es una buena forma de luchar contra la guerra.

Esta semana celebramos el Día de la Mujer. Las mujeres suelen ser las más olvidadas en los conflictos bélicos. ¿Qué nos puede decir de cómo están viviendo la situación las mujeres de su país?

Es verdad, la Premio Nobel Svetlana Alexiévich decía que la guerra no tiene rostro de mujer. Pero hoy en mi país hay mujeres médicas, militares, voluntarias... Y al margen de las vejaciones de los soldados rusos cuando toman una ciudad, tienen otras dificultades como la propia ropa y uniformes que tienen que ponerse, que siempre eran de hombres, aunque ahora eso está cambiando. Pero además de esas mujeres activas, están las otras que sufren porque tienen a sus maridos e hijos en el frente, pero que de alguna manera se convierten en la parte humana de la guerra, si es que esa existe, pues son las que ayudan a seguir manteniendo la vida cotidiana; el día a día se soporta sobre las mujeres ucranianas, que transportan el agua, dan de comer a sus familias incluidos los nietos. Es una responsabilidad con la que cargan las mujeres y la ancianidad. Si las mujeres fueran las que estuvieran al mando y tomaran las decisiones, no habría guerras, ni esta ni otras.

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