RESEÑA LITERARIA

Los libros aragoneses de Domingo Buesa: Hay que hablar más de Ramón y Cajal

Deberíamos leer con más frecuencia y considerar al científico, con permiso de Pedro II y de Jaime I, aragonés de las tierras de Serrablo

El científico Santiago Ramón y Cajal, en una imagen de archivo.

El científico Santiago Ramón y Cajal, en una imagen de archivo.

Domingo Buesa

Domingo Buesa

El 1 de mayo de 1852 nacía don Santiago Ramón y Cajal, hijo de Justo el médico y de Antonia que eran personas enraizadas en el lugar altoaragonés de Larrés y cuyas familias estaban profundamente vinculadas a las tierras del río Gállego. Pero este hombre, que sería premio Nobel de Medicina y uno de nuestros más grandes investigadores, nació en el lugar de Petilla de Aragón que estaba en manos de Navarra desde el siglo XIII, cuando Jaime I pagó con esta villa el préstamo que recibió su padre Pedro II.

Este hecho ha provocado cierta lucha para convertirlo en aragonés. Pero, estas batallas sólo deben ser guiadas por el corazón de los hombres y mujeres que las protagonizan, pues muy poco importa lo que digamos los demás. Y concretándonos a Ramón y Cajal no hay más que acudir a sus discursos en la tribuna universitaria y descubrir que en 1922 agradecía que se le rindiera "homenaje al hijo de Aragón", poco antes de confesar públicamente que "Zaragoza es algo mío, muy íntimo, que llevo embebido en mi corazón y en mi espíritu, y palpita en mi carácter y en mis actos". Una declaración de principios que le permite explicar que en Zaragoza “inclinado sobre los libros, aprendí a amar a España y a deplorar su atraso científico y decadencia política”. 

Sentimiento aragonés

La verdad es que leyendo cualquiera de sus obras se llega a la conclusión de que se sentía aragonés, hijo de aragoneses e hijo de esta tierra regada por el Ebro. Especialmente las memorias de su niñez cuando estudia en Jaca, y sueña con los orígenes de nuestro reino, que yo descubrí leyéndolas en el paseo de las monjas, frente al monte Oroel que recibía a la primavera. Con ese grato recuerdo, comencé la lectura de este magnifico libro por supuesto por el principio, porque en las lecturas debemos ser ordenados, y disfrutando con el hallazgo de cinco notables colaboraciones -Federico Mayor, el activo Alberto Schuhmacher coordinador del libro con mi compañero de tertulia José María Serrano, Ramón y Cajal Agüeras y Asunción Fernández con Consuelo Miqueo- que nos describen el Cajal humano, su pasión por la investigación, el papel de la familia, su dimensión de sabio popular y su vinculación con nuestra Facultad de Medicina.

Con esos trabajos llenos de conocimiento y de amor por este médico ejemplar, entramos en la segunda parte con seis estudiosos -Juan Andrés de Carlos, Carlos Martín, Fernando de Castro, Elena Giné, Javier De Felipe y Rafael Yuste- que nos plantean el Cajal científico, su contribución a la neurociencia, su escuela o la presencia de mujeres en sus trabajos (científicas como Laura Forster, Manolita Serra o la licenciada Soledad Ruiz e ilustradoras como la reconocida Conchita del Valle). Ya solo faltaban cuatro sugerentes trabajos obra de Diego Gracia, José Carlos Mainer o Lucrecia Benllure. Ellos trazan la dimensión del hombre que escribe y ama el arte, pero también la visión de algunos autores que, no comulgando con sus ideas sobre la vida y la convivencia, optan por recuperarlo solamente como científico.

Un científico ante todo

Y en eso aciertan porque Ramón y Cajal es en todo momento un científico, lo cual no impide que manifieste sus opiniones sobre los problemas que rompen la convivencia. Tanto en su primera fase romántica, que abandona porque no le gusta su pesimismo, como en la segunda idealista que vive desde el positivismo proclamando que los ideales deben dirigir la investigación. Cierran este capítulo unas menciones concretas, aportadas por mi compañero de Academia José Luis Melero, a modo de pecios o ¿fragmentos?, donde podemos descubrir la manía que le tenia Pío Baroja que lo crítica por huraño, aldeano y cazurro.

Y al final disfrutarán de una biografía y de un elenco de citas -no deberían habernos hurtado al autor- que nos permiten saber cómo lo vieron muchas gentes a lo largo de los últimos siglos. Luego pueden ver unas láminas del 'Atlas de Anatomía' -si son gentes del mundo de la medicina- y si no hagan como yo: vuelvan al principio y busquen las fotografías que se intercalan en los textos y que es una aportación impagable. Descubrirán muchas cosas y conocerán mejor a este gran sabio que se llamaba Santiago Ramón y Cajal, al que los aragoneses deberíamos leer con más frecuencia y considerar -con permiso de Pedro II y de Jaime I- aragonés de las tierras de Serrablo. Enhorabuena a todos los que lo han hecho posible, incluidas la vicerrectora Polo y Prensas Universitarias que han puesto en nuestras manos un libro estético y ético.

La portada del libro.

La portada del libro.

'SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL, EL HOMBRE, EL CIENTÍFICO, EL INTELECTURAL'

Vicerrectorado de Cultura y Proyección Social de la Universidad de Zaragoza

386 páginas