HASTA EL 20 DE OCTUBRE EN LA SALA JUANA FRANCÉS
Ana Béjar y sus diosas del Neolítico inundan la Casa de la Mujer
La nueva muestra de la artista zaragozana, 'La voz de la diosa', se compone de esculturas inspiradas en el culto a las deidades femeninas de la Antigüedad
El Periódico de Aragón
La escultora Ana Béjar lleva años estudiando el universo femenino en el Neolítico, y en especial el culto a la diosa como fuente de vida. La simbología de aquella época repleta de iconografía femenina ha inspirado la exposición que desde este miércoles se puede ver en la sala Juana Francés de la Casa de la Mujer hasta el 20 de octubre, en horario de 10.00 a 14.00 horas y, por la tarde, de 17.00 a 21.00 horas.
«Esta exposición está inspirada en las miles de obras artísticas del Neolítico europeo, las cuales llevo estudiando años, siendo un importante descubrimiento para mí». Así lo ha afirmado la propia artista, quien ha señalado que en la antigüedad la diosa madre era una imagen que inspiraba la «percepción del universo como un todo orgánico, sagrado y vivo de la que ella era el núcleo».
La aparición de esculturas de la diosa en todo el mundo es la prueba más papable, ha indicado, de la existencia de antiguos matriarcados. «El culto a la diosa suprema de la fertilidad perduró desde el Paleolítico hasta la civilización Minoica y en el segundo milenio antes de Cristo entró en decadencia con las invasiones indoeuropeas», ha explicado.
Con el título ‘La voz de la diosa’, la exhibición muestra 25 esculturas de diosas realizadas con técnica mixta en la que la autora utiliza diferentes materiales: desde metal, madera, pasta de papel, u otros como lanas, telas y pinturas. Eso sí, todas reivindican el extraordinario poder de la energía vital femenina y son representadas con formas físicas muy potentes, y una gran simbología.
Composición de la obra
La exposición está dividida en tres grandes grupos siguiendo la investigación de las piezas de la época que han llegado hasta nuestros días. De esta forma, el primer gran grupo es la diosa madre o la gran diosa. Concebida como fuente de vida y fertilidad, era la diosa de la vida, la muerte y el renacimiento, y destacaba por su corpulencia, sobre todo en torso, nalgas, cadera y muslos. Solía llevar los brazos cruzados o descansando en animales.
El segundo grupo hace referencia a las diosas del agua o diosas de pájaro serpientes, cargadas de una simbología que representaba el poder vivificante del agua, mientras que el tercero es el de la diosas de la naturaleza o preñadas de vegetación, que representa la tierra fértil. Como simbología «llevaban en el vientre una semillita o puntito», ha detallado. Por último, hay un cuarto grupo, el de las diosas celtas, inventado en este caso por la artista e inspirado en los tres anteriores.
En la exposición hay también referencias aragonesas como La Filandera de Baikal, que evoca a las Gigantas Filanderas, quienes junto al Salto de Roldán representa una raza mitológica relacionada con el origen de las montañas en la zona de los Mallos de Riglos.
En resumen, estas deidades antiguas le sirven a la artista para lanzar un mensaje: «debe aparecer una nueva ética colectiva enraizada más profundamente en la conciencia individual y una nueva forma de funcionar del mundo basado en el respeto», ha sostenido.
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