FESTIVAL INTERNACIONAL DE LAS CULTURAS

Crítica de Javier Losilla en Pirineos Sur: Kraftwerk, paradigma de la larga duración

La banda alemana ofrece la gozosa posibilidad de reconstruir el entramado musical de un tiempo y de una premonición: el uso de la tecnología como herramienta para facturar sensaciones, emociones y piezas para el disfrute colectivo

Kraftwerk sobre el escenario del Auditorio Natural de Lanuza.

Kraftwerk sobre el escenario del Auditorio Natural de Lanuza. / Jaime Oriz

Javier Losilla

Javier Losilla

¿Qué podemos pedir a Kraftwerk en el siglo XXI cuando atesora una larga y fructífera carrera iniciada en los comienzos de los años 70 del siglo XX? Justamente lo que hizo el viernes en el escenario de Lanuza, en el festival Pirineos Sur: mostrar brillantemente su condición de pionero de la música electrónica popular (las fuentes de las que el grupo bebió pertenecen al campo de la experimentación), atrapar con su espectáculo a seguidores y neófitos, y facturar una noche mágica en un espacio singular. Y con esto estaría todo dicho. O casi.

El maestro francés de historiadores Fernand Braudel (1902-1985) dividió la temporalidad histórica en acontecimiento (lo inmediato), coyuntura (tiempo medio que puede durar de una decena de años a un cuarto de siglo) y larga duración (tiempo extenso aplicado a las civilizaciones). Kraftwerk, fundado en 1969 por los alemanes Ralf Hütter y el ya desaparecido Florian Scheider, lleva 53 años en activo, sobrepasa la coyuntura braudeliana, pero no llega a configurar una civilización, aunque, cuidado: si pervertimos un poco la teoría científica podemos  para constatar, desde una perspectiva no temporal pero sí antropológica, que Kraftwerk puso los cimientos y desarrolló la civilización de la música sintética, de los robots creadores, de los replicantes sonoros.

La tecnología como herramienta

Hoy, Kraftwerk es el paradigma de la arqueología musical del sigo XX. Es decir: nos ofrece la gozosa posibilidad de reconstruir el entramado musical de un tiempo y de una premonición: el uso de la tecnología como herramienta para facturar sensaciones, emociones y piezas para el disfrute colectivo. Pero esa arqueología no nos conduce al museo sino a la plaza pública: al espacio global en el que la tribu intercambia conocimientos y trafica con afectos. En puridad, los espectáculos de Kraftwerk, más allá de que la formación (casi hiérática en escena, como siempre) ya no saca a sus réplicas robóticas para despedir los conciertos, no ha cambiado mucho desde años. Pero eso no importa, como tampoco es clave saber quiénes son los tres miembros del grupo que acompañan al líder Hütter, de 76 años (alguien, con mucha guasa comentó el viernes que los trajes luminosos que visten los cuatro componentes son en realidad exoesqueletos para poder moverse con facilidad), ni descifrar cuánta música se interpreta en directo y cuánta está previamente grabada; lo fundamental es asistir a una puesta en fascinante y volver a escuchar unas canciones que ponen en marcha la corteza somatosensorial del cerebro y te ponen a bailar.

El público disfrutó de la actuación de Kraftwerk en Pirineos Sur.

El público disfrutó de la actuación de Kraftwerk en Pirineos Sur. / Jaime Oriz

El componente visual del espectáculo, lanzado en altísima definición en una pantalla gigante, es hipnótico; con tecnología actual, Kraftwerk echa la vista atrás en un recorrido de imágenes (algunas de ellas con no poca ironía y guiños al Auditorio de Lanuza) que conceptualmente parten de los diseños de la Bauhaus y llegan hasta la última generación de los videojuegos. Y sobre el repertorio, qué les voy a contar: entre el inicio con 'Numbers-Computer World', y el final apoteósico con 'The Robots', 'Planet of Visions' y 'Boing Boom Tschak-Music Non Stop', sonaron 'Home Computer', 'Spacelab', 'Airwaves', 'The Man-Machine', 'Electric Café', 'Autobahn', 'Computer Love', una extraordinaria 'Das Model', cantada por Hütter con un decadente y excitante deje de cabaret, 'Neon Lights', 'Radioactivity', 'Tour de France' y 'Trans Europe Express'.

Sobre un escenario anclado en el agua y rodeado de naturaleza, Kraftwerk vino a recordarnos que el miedo a la máquina no es sino el temor a nosotros mismos, y que la música creada por procedimientos sintéticos no tiene necesariamente que carecer de aliento; lo de esta Central de energía (eso significa el nombre del grupo) no es inteligencia artificial: ha sido y sigue siendo ingenio original. Talento y permanencia. La larga duración.