Música y literatura

Federico García Lorca, ante todo, músico

Lorca fue músico antes que poeta, aunque esa vertiente es aún muy desconocida

Junto a Manuel de Falla recorrió los pueblos andaluces en los años 30 para rescatar las canciones del folclore tradicional

Federico García Lorca, en una imagen de archivo, tocando el piano.

Federico García Lorca, en una imagen de archivo, tocando el piano.

Nora Navarro

Como la canción popular que armonizara para piano al clamor de ¡Anda, jaleo!, Federico García Lorcase arrimó al pino verde de la música mucho antes de que la poesía y la dramaturgia ganaran terreno al cante. Y aunque rubricase su nombre con belleza y con sangre en la historia de la literatura y el teatro español del siglo XX, la sombra alargada del pino dio cobijo a su vocación musical en la construcción rítmica de sus versos o las referencias sonoras de sus textos.

A pesar de la proyección de la voz lorquiana en distintas manifestaciones de la cultura popular, su recorrido musical es casi un eco de silencio, como si lo velase la misma sombra del pino que solía afinar al piano. Pero antes que poeta y dramaturgo, Lorca fue músico. "Ante todo, soy músico", aclaró en una entrevista realizada en 1933. 

En el ocaso del 125º aniversario de su nacimiento en Fuente Vaqueros, que se ha conmemorado a lo largo de este 2023 en todo el país, la soprano canaria Magdalena Padilla reivindica "esa vertiente musical que aún es muy desconocida, incluso, entre especialistas en literatura, en la generación del 27 o en el propio Lorca". En esta línea, la cantante produce e interpreta, junto al pianista Sergio Alonso, el programa musical ¡Anda, jaleo!, con el objetivo de divulgar el repertorio musical de Federico García Lorca en salas y museos como la Casa de Colón o el espacio Jesús Arencibia, pues, como señala la soprano, "todos esperan de Lorca un soneto más que una sonata".

Formación musical

Y es que la musicalidad que envuelve la poesía de Lorca alrededor de los signos del folclore, desde las Primeras canciones y Canciones que fundaron esa lírica melódica hasta su cénit con el Romancero gitano y Poema del cante jondo, se enraiza en el preludio de su formación pianística. Admirador acérrimo de Beethoven, amante del flamenco y alumno del maestro granadino Antonio Segura, quien le adentró por primera vez en la "música culta", el joven Federico ejercitó su oído, talento y destreza al piano hasta la excelencia mientras, a un tiempo, exploraba los orígenes del cante jondo y el folclore andaluz de la mano de su también maestro y amigo Manuel de Falla.

"Ante todo, soy músico", aclaró en una entrevista realizada en 1933.

Corría el año 1919 y, antes de unirse a la prestigiosa nómina intelectual y creativa de la Residencia de Estudiantes de Madrid junto a nombres como Dalí, Buñuel o Alberti, Lorca soñaba con trasladarse a París para continuar sus estudios de piano. Así, antes de navegar las aguas de la palabra escrita, ese desconocido afluente de las corrientes principales del futuro autor de Yerma Bodas de sangre ahondó en un importante corpus de investigación, teoría y memoria del duende y la canción popular andaluza.

Concierto ¡Anda, jaleo!, con Magdalena Padilla y Sergio Alonso, en la Casa de Colón.

Concierto ¡Anda, jaleo!, con Magdalena Padilla y Sergio Alonso, en la Casa de Colón. / QUIQUE CURBELO

"Para mí, Lorca fue el primer musicólogo del siglo XX", afirma Padilla. Y es que, cuando Lorca y Falla cruzaron sus caminos, inauguraron uno conjunto a través de los pueblos de Andalucía para rastrear y rescatar un amplísimo repertorio de canciones populares del folclore tradicional. "Ambos forjaron una amistad muy fuerte y profunda, a pesar de la diferencia de edad, e iban de pueblo en pueblo desempolvando manuscritos, investigando su origen e, incluso, transcribiendo algunas canciones no escritas de la tradición oral para recogerlas en los Cancioneros", explica Padilla, quien, como especialista en música antigua, sostiene que "la contribución de Lorca a la conservación de ese legado ha sido muy relevante".

"Para mí, Lorca fue el primer musicólogo del siglo XX", afirma Magdalena Padilla

Fruto de esta alianza, Lorca colaboró con el músico gaditano en la creación de su célebre pieza El amor brujo, toda vez que impulsaron juntos el primer Concurso de Cante Jondo en la Plaza de los Aljibes de la Alhambra en 1922, un hito sin precedentes en la historia del flamenco del pasado siglo y considerado el referente fundacional del flamenco moderno. 

A lo largo de los años, Lorca entreveró poemas y obras de teatro con sumersiones más profundas en la teoría musical enunciada por Falla a través de conferencias como Arquitectura del cante jondo, Canciones de cuna españolas y Juego y teoría del duende, cuyas líneas esenciales recoge el musicólogo Marco Antonio de la Ossa en el ensayo Ángel, musa y duende: Federico García Lorca, editado por Alpuerto. El estudio pone de manifiesto que, como señaló el poeta Jorge Guillén, compañero de la Generacion del 27, "la memoria de Lorca es el más rico tesoro de la canción popular andaluza".

"La memoria de Lorca es el más rico tesoro de la canción popular andaluza", expresó el poeta Jorge Guillén

¡Anda, jaleo!

La cumbre de este legado de investigación y erudición musical cristalizó en la grabación de la serie de Canciones populares españolas en 1931, junto a la bailaora y cantaora Encarnación López Júlvez, La Argentinitaque el propio Lorca recopiló, arregló y armonizó para piano y voz. Este repertorio atesora piezas como ¡Anda jaleo!, Los cuatro muleros, Las sevillanas del S.XVIII o Los reyes de la baraja, composiciones breves que se enmarcan como estructuras poéticas de la canción popular. "Por suerte, hoy podemos escuchar sus Canciones populares en las redes, con ese sonido de la época y con el mismo Lorca tocando el piano", señala Padilla, quien anima a descubrir "esta faceta tan interesante" del artista. 

Y aunque, orientado por sus maestros y compañeros del 27, la poesía ganara terreno al cante, la vocación primigenia de Lorca marcó para siempre el ritmo y métrica de sus versos, así como el compás de los montajes ambulantes de La Barraca, con partituras imbuidas del jazz que deslumbró al "Poeta en Nueva York". Y ese duende permanece vivo a pesar de que el fascismo asesinara, en una noche sin luna, como reza el homenaje teatral de Juan Diego Botto, a una de las figuras más poliédricas y excepcionales del siglo XX, sombra eterna del pino verde contra el odio.