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85 años de la Batalla de Teruel

El 8 de enero de 1938, el ejército republicano tomaba la ciudad de Teruel

Tanque T-26 soviético de los republicanos en la Batalla de Teruel.

Tanque T-26 soviético de los republicanos en la Batalla de Teruel. / SERGIO Martínez Gil HISTORIADOR Y CO-DIRECTOR DE HISTORIA DE ARAGÓN

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Este año 2023 se cumplen 85 años de dos de los enfrentamientos más importantes y decisivos de la Guerra Civil Española, como fueron la Batalla de Teruel y la Batalla del Ebro. El enfrentamiento por la capital turolense fue uno de los más violentos del conflicto y se le ha llegado a denominar como el Stalingrado español, a pesar de que lo de Teruel ocurrió años antes que la famosa batalla de la Segunda Guerra Mundial. En el caso turolense, le ha valido ese apelativo por ser también en buena medida una batalla que se produjo en un entorno urbano y que además se desarrolló en unas condiciones durísimas, ya no solo por el propio peligro de la guerra, sino por las gélidas temperaturas que vivieron los combatientes de ambos bandos. Pero más que hablar de cómo fue la batalla, en esta ocasión voy a repasar el camino que llevó a ella.

En julio de 1936 se produce una sublevación por parte del ejército con el propósito de dar un golpe de Estado rápido con el que deponer al gobierno de la república española. Sin embargo, el golpe no consigue triunfar en todo el país y acaba fracasando, lo que provoca que se generen dos bloques antagónicos que abocan a España a vivir una larga, cruenta y triste guerra civil. Con el paso de ese caliente verano del 36, los sublevados consiguen hacerse con las Canarias, el protectorado español en el norte de Marruecos, con buena parte de Andalucía, Galicia, Castilla y León, Navarra y con la mitad occidental de Aragón, por hacer un pequeño resumen. El resto permanece leal al gobierno republicano, y en esos primeros meses se produce la llamada «guerra de columnas», en la que los sublevados tratan de lanzar rápidos ataques desde Sevilla tomando Extremadura, así como desde Pamplona, avanzando hacia Madrid con la firme convicción de que tomando la capital conseguirían su objetivo de tomar el poder.

Sin embargo, no lo consiguen, aunque sí que es cierto que el territorio republicano queda dividido en dos, pues el norte peninsular que corresponde a las actuales Asturias, Cantabria y País Vasco quedan separadas por tierra del resto. Ante la perspectiva de una guerra más lenta y con los frentes principales establecidos, el bando sublevado en el que ya comienza a hacerse fuerte el que será el dictador Francisco Franco, decide priorizar la conquista del norte, ya que ahí están algunas de las cuencas mineras e industrias metalúrgicas más importantes de España.

Un momento de una recreación de la batalla del Ebro celebrada en Fayón.

Un momento de una recreación de la batalla del Ebro celebrada en Fayón.

Desde entonces, los sublevados toman la iniciativa militar y el alto mando republicano liderado por el general Vicente Rojo, que tiene que reorganizar y crear el nuevo Ejército Popular, va a rebufo de lo que hace el alto mando franquista. Su objetivo desde entonces fue lanzar distintos ataques con los que distraer a las fuerzas sublevadas y conseguir aminorar la fuerte presión que estaban sufriendo en el frente norte. Así, en julio de 1937 los republicanos lanzan una ofensiva al norte de Madrid y que desemboca en la Batalla de Brunete, pero que, a pesar de lograr ciertos éxitos, no consigue alcanzar el objetivo principal. Lo vuelven a intentar unas semanas más tarde lanzando esta vez una gran ofensiva en el Frente de Aragón y que tenía como objetivo tomar Zaragoza.

Es ahí cuando se produce la famosa Batalla de Belchite y, de nuevo, las fuerzas republicanas fracasan tanto en tomar la capital aragonesa como en ayudar a ese frente norte que acaba cayendo en manos franquistas en octubre de 1937. En ese momento, el alto mando republicano intenta planear un nuevo movimiento que les haga conseguir la iniciativa militar y recuperarse de ese golpe. Vicente Rojo presenta el ambicioso Plan P, una gran operación militar que consistía en lanzar una ofensiva masiva en el centro de la península desde el sur de Madrid y avanzar hacia Extremadura hasta alcanzar la frontera con Portugal, lo que habría dividido en dos el territorio controlado por el bando franquista.

Interior en ruinas de la iglesia de San Martín de Tours y Torre del Reloj del Pueblo Viejo de Belchite.

Interior en ruinas de la iglesia de San Martín de Tours y Torre del Reloj del Pueblo Viejo de Belchite. / RAMON SALANOVA AZNAR

Pero como había muchas dudas, se acaba optando por otro plan más «moderado», que es el Plan H. Una ofensiva sobre el Frente de Aragón que alejara la amenaza de que el ejército franquista atacara en la primavera de 1938 esa zona y avanzara hasta el Mediterráneo. Se valoró el atacar Huesca, pero finalmente se optó por intentar conquistar Teruel. Así, el 15 de diciembre de 1937 el ejército republicano lanzó el ataque sobre la ciudad, aunque no consiguió tomarla hasta el 8 de enero. Teruel fue la única capital de provincia que los republicanos fueron capaces de conquistar durante toda la guerra, pero duró en sus manos apenas mes y medio, pues mientras el alto mando republicano dio por finalizada la batalla, el ejército franquista consiguió imponer su superioridad de medios y recuperar la ciudad como una cuestión de prestigio. Lo que ocurrió en los meses siguientes, lo dejamos para otra ocasión.

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