Antonio Hidalgo saca a flote al Huesca

La SD Huesca sale por ahora de los puestos de descenso tras un triunfo que confirma la mejoría desde la llegada del nuevo técnico

El aspecto mental parece la clave en la reacción de los jugadores

El Huesca celebra el 0-2 de Juanjo Nieto

El Huesca celebra el 0-2 de Juanjo Nieto / Jaime Galindo

Sobre los restos de un rival desquiciado y rendido, los jugadores de la SD Huesca acabaron agigantados en una agonía de nueve minutos de añadido sin pulso en los que la afición azulgrana paladeó una victoria para llevársela enmarcada.

El Huesca de Antonio Hidalgo dio ese paso adelante que necesitaba para creerse definitivamente que merecía salir de ese pozo al que se veía condenado tras un comienzo de competición lánguido. Un arranque depresivo con Ziganda al mando en el que solo se vislumbraban carencias y penurias. 

La misma plantilla que hasta hace poco se mostraba inerme en ataque, que ofrecía dudas impropias en el plano defensivo y que aparentaba salir con el empate como mayor aspiración, ya lleva dos triunfos consecutivos a domicilio y cuatro jornadas invicto, lo que le permite asomar la cabeza fuera del peligro a expensas del resto de resultados de la jornada. 

Hidalgo llegó con un mensaje liberador para los jugadores. Tenían que soltarse y disfrutar. Los primeros síntomas de mejora, tan tímidos como los resultados, se atenían al mensaje realista lanzado por el director deportivo en verano. Había que sufrir y se sufriría. La grave lesión de Rubén Pulido se veía como otro drama. No hay centrales, como no había atacantes desequilibrantes.

«Las cabezas, eran las cabezas», se oye desde hace días en Huesca aquí y allá viendo cómo los azulgrana han mudado la piel de cordero por una coraza de convicción y rendimiento. Frente al Real Zaragoza, el Huesca salió pertrechado atrás esperando el aluvión de un rival humillado en Copa que acaso querría hacer olvidar pronto ese escozor. Pronto se sintió cómodo y hasta encontró las costuras blanquillas por las que rasgar la infinita paciencia de la Romareda. 

La plantilla de la SD Huesca celebra el triunfo en el derbi en el vestuario de La Romareda

La plantilla de la SD Huesca celebra el triunfo en el derbi en el vestuario de La Romareda / SD Huesca

La línea de tres atrás se crecía, con un Jeremy Blasco que ya se cree jugador de Segunda y al que Hidalgo ya conoce, un Pulido en su salsa y un cañón desbocado llamado Juanjo Nieto. Dos alas con presencia como Loureiro y Gerard Valentín y un centro del campo que terminaba de enfangar el obtuso ataque zaragocista. Arriba, la amenaza constante de Joaquín Muñoz por la izquierda y la presencia imponente de Obeng, cuyo gol al cuarto de hora torció sin remedio la noche para los blanquillos. Ese gol en contra era la pata de cabra para hacer un boquete en la menguante confianza y entereza de los blanquillos

Acaso la descripción de los azulgrana parezca ahora inflamada cuando hasta hace unas semanas el Huesca parecía candidato a todo lo malo y el Real Zaragoza sumaba siempre de tres en tres. La incredulidad se rebaja cuando se atiende a la tabla: ambos aparecen separados por seis puntos

En medio de la indignación de la afición local, los azulgrana se mostraron seguros y cómodos por delante de un portero espectador llamado Álvaro Fernández. Por su área, el Zaragoza no se asomó hasta el minuto 61 con un remate de cabeza de Azón. Salió entonces Kento Hashimoto y, con dos tarascadas, hizo raya en el centro del campo. Los visitantes defendieron sin agobios frente a una reacción blanquilla que los cambios tampoco trajo. El 0-2 acabó por engrandecerlos. Llegaron siempre antes a los balones divididos. Si parecieron más de once ante un rival consumido en su desbarajuste. Pulido remarcó la idea: «Las cabezas no funcionaban, nos hemos liberado». Y remató Hidalgo: «Transmití una idea y los jugadores se han tirado de cabeza». Las cabezas.