Amasando su futuro como panaderos

40 personas con discapacidad intelectual se divierten en un curso de repostería, mientras Utrillo sondea sus opciones laborales en este sector

El alumnado luce diploma ante los dulces que ha horneado

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El Periódico de Aragón

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El empleo es clave para la inclusión social. Sin embargo, en el caso de las personas con discapacidad intelectual, su acceso continúa siendo muy bajo. Según los datos más recientes del Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre la vida laboral de la ciudadanía con discapacidad, solo 51.700 personas con discapacidad intelectual estuvieron dadas de alta laboral en la Seguridad Social en toda España en algún momento del año 2021.

Marta Abanades, psicóloga de Utrillo, no deja de sondear el mercado laboral para tratar de encontrar nichos de empleo donde colocar a las personas con discapacidad intelectual que atiende esta entidad zaragozana perteneciente a Plena inclusión Aragón. Y en su búsqueda ha dado con Repostería y Panadería de Aragón (RIPA), una cooperativa de iniciativa social sin ánimo de lucro que es una escuela de pastelería.

“Silvia y Vicente, que han trabajado en el campo de lo social, han montado esta iniciativa para promocionar la inserción laboral formando a gente en riesgo de exclusión social para trabajar como panaderos, porque es un oficio para el que no hay personal formado”, relata esta psicóloga. Además, Abanades cree que esta profesión puede adaptarse bien al perfil de las personas a las que apoya, “y para eso hemos ido a probar este mes de julio”.

En la primera quincena, 40 usuarios y usuarias de Utrillo, divididos en cuatro grupos de diez, han asistido durante dos días a los talleres formativos de RIPA. Esta formación ha tenido dos vertientes. “Una lúdica, para pasar las mañanas de verano, cuando siempre organizamos actividades extra, mientras conocen el oficio. Y la otra ha sido encontrar a personas de nuestro grupo que más adelante puedan hacer algún curso más específico para poder trabajar”, señala Marta.

A todos los participantes, sin excepción, esta experiencia les ha parecido “maravillosa. Les ha gustado mucho manipular las masas, estar en un obrador de verdad y poder manejar las máquinas”, explica la psicóloga. Como Omi, que se mostraba encantada con lo aprendido, y disfrutó de lo lindo “amasando y horneando bolitas de coco”, contaba ella misma.

Luis también disfrutó, aunque jugaba con ventaja, ya que sus padres tienen una panadería y conoce el oficio por dentro desde pequeño. Aunque lo mejor, sin duda, fue el resultado final de cada jornada, cuando nadie en Utrillo se quedaba sin probar las napolitanas, cruasanes o magdalenas que habían elaborado sus compañeros. Quién sabe si, dentro de poco, este juego estival de ser pasteleros se convertirá en el futuro laboral de alguno de ellos.