El gran fiasco monegrino del complejo Gran Scala se ha materializado 40 meses después de que el vicepresidente de la DGA José Ángel Biel, lo calificara, poco antes de subir el listón y equiparar la idea con el esposorio de Doña Petronila, como "el proyecto más importante para Aragón desde que se casaron los Reyes Católicos". Ya lo dice el dicho: Ande o no ande, burro grande. Al final, la lluvia de millones que iba a regar los Monegros se ha revelado agua de borrajas tras la constatación de que los promotores que iban a atraer una inversión de 17.000 millones no disponen de 160.000 euros para pagar un plazo de las opciones de compra del suelo en Ontiñena.

La idea de Gran Scala ha oscilado entre la categoría de patraña --"mentira o noticia fabulosa, de pura invención"-- y la de monserga --"lenguaje confuso y embrollado"--, siempre con el toque surrealista que adorna el carácter aragonés. Tampoco era de esperar otra cosa cuando la cobertura informativa de un proyecto de semejante magnitud recaía, un día tras otro y en todos los medios, en redactores de Política y de Sucesos: intangibles y sinergias entreverados de crónica negra. Casi nada el aparato.

De Gran Scala se sabe, en realidad, lo fundamental: que no existe y que, como proclamó el consejero Javier Velasco, no ha llegado a superar la categoría de idea para convertirse en proyecto.

De sus promotores también se conoce lo básico. Alguno ha estado entre rejas, caso de su portavoz, Mark Cambell, condenado a cadena perpetua por asesinar a cuchilladas a su esposa Olga Pleguezuelos, ejecutiva de una empresa australiana miembro de la promotora International Leisure Development (ILD). Su factótum, el francés de origen corso André Guelfi, también tuvo problemas con la justicia por el escándalo de las comisiones de Elf-Aquitanie y solo eludió los barrotes al indultarlo Nicolas Sarkozy.

Tampoco los antecedentes comerciales y empresariales de otros integrantes de ILD eran para echar las campanas al vuelo. El casino cibernético que montaron en Barcelona dos de ellos, Paul Stephan Allegrini --yerno de Guelfi-- y Christian Colús, dejó un pufo de más de 300.000 euros a Hacienda y la Seguridad Social. Y también llamaba la atención el hecho de que la mayoría de las sociedades que integran ILD estén radicadas en paraísos fiscales como Mónaco, Chipre o el Líbano.

Estos alegres emprendedores tuvieron abiertas las puertas del Pignatelli: para entrar por el PAR y para largarse con viento fresco por el PSOE, con algunos de cuyos dirigentes mantuvieron fuertes enfrentamientos. Alguno, con puñetazo en la mesa. Para entonces habían pasado unos meses de la pantagruélica merienda --costó 180.000 euros-- de presentación en la Sala de la Corona. Alguien se había dado cuenta de que en realidad no se movía nada. Como ahora.