Rubén Jiménez Calvo fue el encargado de iniciar las fiestas en honor a San Atilano de la localidad zaragozana de Tarazona. Este joven turiasonense de 25 años fue el responsable de representar y pasear al Cipotegato por las calles del municipio, e iniciar de esta manera las celebraciones declaradas Fiestas de Interés Turístico Nacional, que además este año cumplen diez años desde que fueran reconocidas como tal. Los actos se prolongarán hasta el próximo día 1 de septiembre.

Gente de todas las edades se concentró ayer en la plaza de España de Tarazona, donde se encuentra la casa consistorial desde la que saldría el Cipotegato, a ambos lados, dejando un pasillo en medio que con el paso del tiempo se iría llenando de vecinos. Tuvo lugar entonces una guerra de tomates, que cruzaban de un lado a otro la plaza, personas en un bando y otras en el otro, pero todos impacientes por el acto que es también emblema de las fiestas en honor a San Atilano.

LA ACLAMACIÓN

Se acercaba la hora, y los turiasonenses empezaron a aclamar a esta figura tan emblemática de Tarazona. Todos, al unísono, cantaban y repetían eufóricos: Cipote, oe, oe oe y también, a la bim, a la bam, a la bim, bom, bam, Cipote y nadie más. Una localidad entregada a su figura, a su personaje. Desde los balcones no dejaban de llover tomates. Más de uno tuvo que lamentar algún golpe inesperado.

El ayuntamiento, protegido por el ya habitual manto de plástico que cubre su histórica fachada, también sufrió la euforia de todas las personas allí congregadas, más de 4.000, según informó el alcalde de la localidad, Luis José Arrechea. Y las charangas, características de todas las fiestas en Aragón, comenzaron a llegar a la plaza acompañando a las peñas. Estaba a punto de salir a la calle Rubén Jiménez Calvo, Cipotegato 2019 y claro protagonista de estos días de celebraciones.

Llegó la hora, el estallido de todo el municipio, la fiesta de interés turístico nacional. Sonaron los trabucos y el Cipotegato salió a la calle para la explosión de júbilo de la gente y una lluvia interminable, un aguacero más bien, de tomates. Acompañado y protegido por un grupo de vecinos, los estruendos de pólvora y el repique de las campanas. Posteriormente, recorrió las calles de la localidad, y pasado el cuarto de hora, volvió de nuevo a la plaza. «Había mucha gente y no podía correr», señaló Rubén Jiménez, después de realizar el recorrido.

Una entrada triunfal en la plaza, con una nueva lluvia de tomates. El Cipotegato fue llevado en volandas por todos los que se congregaban en las puertas del consistorio. Arrastrado por los turiasonenses, consiguió subir a la escultura en honor de este emblemático personaje que se encuentra ubicada en la misma plaza. Desde arriba, Jiménez agradeció a todos sus vecinos y comenzó una ola de aplausos a la que nadie rehusó. Al unísono, todo un pueblo para celebrar una tradición única.

Dentro del ayuntamiento, la fiesta seguía para quienes le habían acompañado durante todo el recorrido, y en medio del corro, el protagonista sumido en una ola de cánticos. Fuera, las peñas comenzaron a bajar de la plaza con sus charangas y la comparsa de gigantes y cabezudos. Todo el mundo se acabó juntando a orillas del río para seguir con la fiesta, que tan solo acababa de comenzar.

RECORRIDO ESPECIAL

El trayecto que llevó a cabo el Cipotegato este año, que fue presentado recientemente, fue especial para el joven. Por primera vez en su historia, bajó por las escaleras junto a la Parroquia de San Francisco, ya que se trata de la sede canónica de la cofradía a la que pertenece la familia de Jiménez: «Ha sido un momento muy emotivo», expresó.