CRUCE DE CAMINOS

El pinchazo tecnológico da otro aviso

Los errores de cálculo y la mala gestión están detrás de los grandes fracasos del pasado como Imaginarium, CAI y Arento

Ricardo Barceló

Ricardo Barceló

Las tecnológicas han echado el freno tras su imparable crecimiento de los últimos años. El sector vive un tsunami de recortes en sus plantillas que se ha agravado durante los últimos meses, de forma que ya son unos 200.000 los despidos anunciados por compañías tan globales como Meta (Facebook), Spotify, Twitter, Google, Microsoft y Amazon, entre otras. El propio Marck Zuckerberg reconoció que se pasó de frenada a raíz de la pandemia de 2020, pero lo mismo le sucedió a Jeff Bezos con la expansión de su gigante de la distribución global.

Estos errores de cálculo apenas han pasado factura a Aragón, con la salvedad de que Amazon ha retrasado más de seis meses la apertura de su gran almacén –el más innovador en Europa— en la plataforma logística de Zaragoza (Plaza). La previsión era hacerlo en el segundo semestre de 2022 pero finalmente lo hará el próximo mes de marzo. Eso sí, con más empleo del previsto ya que la multinacional cerrará su complejo en Martorelles --efecto de ese error de cálculo-- y trasladará la actividad a la capital aragonesa. Mientras, el macroalmacén de La Muela espera paciente el visto bueno de Amazon para su puesta en marcha, pues está listo para operar desde el pasado octubre. 

La historia de los fracasos empresariales está plagada de decisiones erróneas que se adoptan en plena efervescencia de un sector o actividad como consecuencia de un incremento repentino de la demanda. En el caso de las tecnológicas se debió a la explosión del consumo por la reclusión que supuso el covid (la gente pasó más tiempo encerrada en casa y elevó el uso de los dispositivos electrónicos) y el boom del comercio electrónico. Fue durante esos años cuando estas multinacionales se lanzaron a contratar sin tener en cuenta que el suflé bajaría tarde o temprano. Es el riesgo de morir de éxito.

La historia de los fracasos empresariales está plagada de decisiones erróneas que se adoptan en plena efervescencia de un sector o actividad como consecuencia de un incremento repentino de la demanda

En Aragón, tenemos también algunos ejemplos de fracasos sonados. Uno de ellos fue el de Imaginarium. La cadena aragonesa creció de forma imparable gracias a su concepto pionero de juguete educativo hasta convertirse en un imperio. La compañía, pilotada por Félix Tena, llegó a tener 500 tiendas en todo el mundo y fue uno de los buques insignia de Plaza, junto a Inditex. Pero en apenas unos años se derrumbó, registró pérdidas históricas y entró en concurso de acreedores. La gran recesión y la obsesión por el corto plazo provocó el despido progresivo de más de 700 trabajadores y fulminó un sueño empresarial. 

Por casos como el de Imaginarium y muchos otros es tan importante la gestión en las empresas, si bien hay escenarios difíciles de prever. Ante esto, el único antídoto es la prudencia, la capacidad de análisis, la gestión y el sentido común, algo que se le presume a todo buen empresario. 

No es el caso de la CAI. La gran caja aragonesa tejió hasta 69 sociedades ligadas al sector inmobiliario, que arrojaron perdidas multimillonarias y llevaron a la entidad a su desaparición al ser absorbida por Ibercaja. Su gestión fue suicida durante muchos año. Hubo hasta una comisión de investigación en las Cortes que quedó en nada --algo habitual-- aunque alguno de sus directivos tuvieron que sentarse en el banquillo de los acusados e incluso fue condenado. Poco castigo para tanto destrozo.  

Arento también forma parte de la nómina de empresas hundidas por una gestión incalificable. El grupo, que sumó un agujero de 189 millones presentó en 2020 el mayor concurso de acreedores en la historia de la comunidad y dejó maltrechas a decenas de cooperativas aragonesas. Hoy muchas de ellas todavía sufren sus consecuencias. 

Caja Inmaculada y Arento también forma parte de la nómina de empresas hundidas por una gestión incalificable

En definitiva, la crisis de 2009 puso a cada uno en su sitio y permitió extraer lecciones para el futuro. La pandemia también ha dejado un buen puñado de conclusiones. Hoy, la economía comienza a dar síntomas de debilidad por la subida de los tipos de interés, un mayor endeudamiento y, por tanto, mayores problemas de financiación. El escenario obliga a ayudar al tejido empresarial, aunque éste tendrá que dar su mejor versión si no quiere que se repitan errores imperdonables del pasado.